De origen andaluz, pero arraigado desde hace más de 50 años en Paraguay el sacerdote jesuita, José Luis Caravias habla de su historia, su trayecto en el país desde que tiene 22 años y las experiencias que lo llevaron un día a que el papa Francisco le salvara la vida.
Su vida entera lo tiene dedicada al campesinado y a los sectores más necesitados. De mucha templanza y de corazón humilde, que ni siquiera necesita valerse de un vehículo para asistir a las iglesias donde hace misas.
Varios son los sacerdotes, según el Portal de Jesuitas en Paraguay del Facebook, que conocieron personalmente al papa Francisco, pero el padre Caravias tiene una peculiar historia y según cuenta, no fue una de las mejores de su vida pero fue uno de los caminos que lo llevó a estar cerca de Dios.
"Vine de estudiante aquí en Paraguay. Mi vida me dediqué al campesinado, sobretrabajé con las Ligas Agrarias, era sacerdote joven, sacerdote campesino. Me nombraron asesor nacional de las ligas y por eso mi amigo "el rubio" me echó violentamente del país, el rubio era el general Alfredo Stroessner, dictador del Paraguay", cuenta el sacerdote jesuita.
Fue exactamente un 5 de mayo de 1972 cuando empezó su historia que lo llevaría a estar cerca de la espiritualidad. "Me apresaron en mi casita de Piribebuy, en la compañía Guasu Rokái. La Policía me secuestró y me tiró sin nada, descalzo y sin documentos en Clorinda. Me amenazaron que me iban a torturar hasta volverme loco, como ya lo había hecho con el padre Uberfil Monzón, un sacerdote uruguayo", relata el padre Caravias.
"En el trayecto, un policía me había dicho, que hasta Dios iba a estar agradecido de que me volviera loco. Entonces me senté en la camioneta y le miré al policía y le dije: tú un día vas a morir y te presentarás ante Dios y le vas a decir a Dios lo que vas a hacer conmigo y bajó los ojos, no aguantó mi mirada firme. Desde ese entonces me sentí muy feliz, porque una luz entró en mi vida", rememora Caravias.
Al quedarse en Clorinda, trabajó casi dos años con los hacheros del Chaco argentino. Las amenazas de los obrajeros se volvieron tan graves, que tuvo que dejar la zona. Fue en ese entonces cuando fue a Buenos Aires, donde Jorge Bergoglio acababa de ser nombrado superior provincial de los jesuitas. El papa lo había recibido y convinieron de que el padre Caravias viviría en situación de clandestinidad en San Miguel. "Alguien que se había dedicado a concientizar y organizar a campesinos, no era bien visto en las explosivas villas miseria de Buenos Aires", rememoró el sacerdote.
Aún tiene una carta del Pontífice
"Poco después el padre Bergoglio me aconsejó salir del país, al menos por una temporada, pues tenía informaciones fidedignas de que la "Triple A" (Alianza Anticomunista Argentina) había decretado la muerte de tres jesuitas, uno de ellos el mío. Al término de 15 días me envió una carta donde me decía que no fuera más a la Argentina", recuerda el padre Caravias.
Como anécdota el padre Caravias cuenta que aún guarda la carta que el papa Francisco le envió cuando estaba en España, lugar de su segundo exilio. Dijo que Francisco es un hombre de gran personalidad porque su letra es bonita y lo firma con letras grandes, al inicio de cada palabra. A su criterio, es un representante de Dios abierto a la sociedad y que sabe manejar la fe con la ciencia, la justicia y la actual cultura del mundo. Por Lucía González - luciagonzalezlu@gmail.com.