Por: Javier Barbero

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No nos enseñaron a mirarlos. En general, casi todos hemos sido educados para darle de comer al ego desde un paradigma en el que sobrevive el individuo más apto. Aquel capaz de centrarse con supremacía en sus necesidades, en su diferenciación de los demás y en el logro de alcanzar zanahorias sociales -con orejeras incluidas-, para no mirar más allá del premio que significa "llegué y soy alguien".

No nos enseñaron a mirarlos. Casi todos los seres humanos también hemos sido entrenados para encontrar a los malos y a los enemigos fuera de nosotros. Es así que somos adictos a categorizar y juzgar a los causantes de la basura tirada en las calles, de la depredación de los bosques y la contaminación de los lagos; de las desigualdades sociales y de la alienación. Todo esto, en un sistema de consumo apabullante que nos hace buscar ternura en un osito de peluche e importancia en un par de championes de marca.

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No nos enseñaron a mirarlos. Andamos por la vida tomando de todo. Estamos en una película de competencia donde quien toma más, gana más. Eso nos ha llevado a cometer abusos espeluznantes contra la naturaleza y a crear culturas institucionales corruptas, donde nos servimos para nuestros fines y no nos importan los demás.

No. No nos enseñaron a mirar sistemas. Al menos a mí nadie me explicó que existo dentro de sistemas vivos que me permiten satisfacer necesidades, y que al mismo tiempo requieren que, de alguna manera, les retribuya vida con vida. Hay sistemas que -desde una célula del cuerpo y hasta el universo- dependen de un balance para seguir vivos. Paraguay es un sistema-país. La familia y la pareja son sistemas para que circulen el afecto y la pertenencia. Mi equipo de fútbol favorito es un sistema para divertirme. Es un sistema todo aquello donde al menos haya dos elementos en relación para generar un resultado: un sistema que necesita ser mirado y cuidado si es que no queremos que se acabe o enferme.

No. No nos enseñaron a vivir en el marco de los sistemas. Y por eso pasamos de pareja en pareja, porque no supimos mirar al sistema pareja y sólo nos concentramos en satisfacer nuestros egos inflados de reclamos. Y por eso el dengue regresa año tras año, porque en lugar de que cada parte asuma su responsabilidad en relación a la basura, esperamos que el vecino deje de ser puerco. Y como este, ejemplos hay infinitos.

Sí. Sí es posible ir hacia un espacio de conciencia distinto. Comprender que dependo de los sistemas para absolutamente todo y que si ellos no me dejan entrar no podré sobrevivir. Que si los sistemas enferman, el amor se muere, la riqueza se acaba, el bienestar se infesta de malvivir y la naturaleza seguirá enojada generando "tragedias" para balancear bosques acabados y ríos químicos.

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