Por ALDO BENÍTEZ
José "Manucho" Alarcón perdió el ojo derecho como consecuencia de disparos de balines por parte de la Policía durante la represión frente al Congreso y que luego se extendió a otros puntos de Asunción. Su versión sirve como una muestra más para entender la brutal acción policial de esa noche. Dice, sin embargo, que no guarda rencor por nadie y asegura que el enfrentamiento entre paraguayos no es el camino para que el país progrese.
José Emmanuel Alarcón Espínola, más conocido como Manucho o Manu, no parece ser una persona que vio reducida su capacidad visual por la actitud que muestra. Alegre y derrochando optimismo, "Manucho" se animó a hablar con La Nación sobre lo que pasó la noche del viernes 31 de marzo, cuando un grupo de manifestantes estaba tomando el Congreso Nacional, tras una serie de incidentes con la Policía Nacional. Ese día, Manucho salió de su casa con la idea de ir a ver qué pasaba en el centro de Asunción, pero volvió al día siguiente y sin un ojo.
"Estaba en casa y tengo que decirlo, yo le insistí a un amigo para ir a ver qué estaba pasando frente al Congreso. Antes de eso, había llegado de mi trabajo y estaba viendo por televisión lo que estaba pasando. La represión policial y los enfrentamientos. Yo quería ir a mirar por ahí si todavía pasaban cosas", expresa. Fue así que convenció a su amigo y salieron de su casa.
"Manucho" tiene 28 años y le falta solamente la tesina para recibirse de veterinario. Vive con su familia en el barrio Ricardo Brugada, sobre la calle Río Monday. Los incidentes con la Policía Nacional se registraron a escasas cuadras de su vivienda, sobre Caballero y Eligio Ayala, cerca de la zona del Ferrocarril. "Vi que había mucha gente sentada, como cansada. Era raro, después me di cuenta que estuvieron corriendo y que en realidad todavía habían problemas con la Policía. Habían policías de civil, algunos con esos uniformes especiales. Todo era muy peligroso", explica.
“La Policía tiene que entender que como ciudadanos tenemos derecho de manifestarnos libremente, pero sin sobrepasarnos…”
Según "Manucho", en un momento dado volvieron los enfrentamientos entre los efectivos policiales y el grupo de personas que había estado en la zona. Muchos de ellos eran estudiantes de diversas facultades, según pudo saber. "En medio de una de las refriegas, me escondí detrás de un auto, en un momento me levanto como para ir de nuevo hacia mi casa y ahí siento el impacto en la cara, en mi ojo derecho", señala.
Enseguida, el rostro se le llenó de sangre. "Manucho" se sentó en una de las veredas rotas y llenas de escombros, y empezó a limpiarse la cara con su remera. Del grupo de estudiantes que estaban cerca de él se le acercaron dos. Ambos eran de la Facultad de Medicina UCA y habían estado en la manifestación frente al Congreso. Le revisaron el ojo y uno de ellos le dijo que era algo grave, que se tenía que revisar urgente en algún hospital. "En principio no dimensioné, pero después de que ellos me dijeron que era algo grave, me dio un poco de susto", cuenta.
Uno de los estudiantes alzó a "Manucho" en su auto y le trasladó desde el Ferrocarril hasta el Hospital de Clínicas, en San Lorenzo. "Era un estudiante que estaba con su novia, también estudiante, y fueron demasiado gentiles conmigo, me llevaron hasta Clínicas desde el centro, sin ningún problema, y en el camino me auxiliaban para que mi ojo vaya descansando. Se portaron demasiado bien conmigo", señala.
Ya en el hospital, y después de varias pruebas, el diagnóstico fue irrefutable. Tenía un objeto metálico que le afectaba totalmente el globo ocular. Ante esto, era necesaria una cirugía de enucleación. Esto, en términos sencillos, significa la remoción quirúrgica del globo ocular. Intentar una operación para salvarle la vista podría haberle perjudicado la visión de ambos ojos, en corto o largo tiempo. "Manucho" decidió lo primero.
La versión de "Manucho" sobre el lugar donde se produjeron los incidentes confirma la alevosía con que la Policía operó esa noche del viernes y madrugada del sábado 1 de abril. Además de este caso, existen denuncias de secuestros exprés y en el recuerdo de todos todavía está latente lo que ocurrió en el local partidario del PLRA. Unos 20 agentes policiales atropellaron la sede del Partido Liberal y terminaron matando al joven dirigente Rodrigo Quintana. Por ahora, el único policía que aparece como el autor de los disparos que acabó con la vida de Quintana es el suboficial Gustavo Florentín, de 23 años.
Por de pronto, "Manucho" ya está asesorado legalmente y está impulsando una denuncia contra el Estado para resarcir los daños que le ocasionaron este caso. En primer lugar, al menos, que el Estado se pueda hacer cargo de la prótesis ocular que se le tiene que implantar en lugar de su ojo derecho.
Ninguna autoridad nacional, salvo de la secretaría del diputado liberal Édgar Acosta –que también fue víctima de la brutalidad policial frente al Congreso y actualmente está en tratamiento con diversas cirugías en el rostro– se comunicó con "Manucho", al menos, para saber cómo está.
INSTITUCIONES FALLIDAS
Para "Manucho", lo que se vivió entre la noche del viernes 31 de marzo y el 1 de abril en las inmediaciones del Congreso demuestra, por un lado, el hartazgo de la gente de una clase política que juega con la gente, y por otro, la forma en que las instituciones fallan o trabajan mal en nuestro país, como en este caso es la Policía.
"Hicieron del centro una zona liberada. Imaginate que desde el Congreso a mi casa hay como mínimo 12 cuadras y hasta acá estaban cerca, disparando y reprimiendo a la gente", expone "Manucho". Dice que le duele lo que está pasando en nuestro país, donde unos pocos buscan solamente su beneficio por encima del bien común.
"La Policía tiene que entender que como ciudadanos tenemos derecho de manifestarnos libremente, pero sin sobrepasarnos. Porque hay que decirlo, lo que pasó frente al Congreso fue aprovechado por varios para armar desastre. Aprovecharon la situación y empezaron a robar, a patotear, y eso tampoco es lo ideal", dice.
Agrega que es triste que entre sectores de menor rango, como policías, estudiantes, trabajadores y otros, los paraguayos se maten por causas que parecen justas, pero que finalmente sirven para beneficiar a un mismo grupo de gente. "El sistema está podrido, nos matamos entre nosotros y hay un resto que se sigue riendo de nosotros", señala.
Dice que no está de acuerdo con la forma en que los políticos se manejan y mucho menos con la manera en que actualmente, unos 25 senadores entre oficialistas y de la oposición, están llevando adelante la idea de la enmienda. Afirma que todo esto, finalmente termina perjudicando al paraguayo común, mientras que los grupos políticos de élite seguirán disfrutando de sus beneficios.
LA VIDA SIGUE
La experiencia que vivió le sirve a "Manucho" para valorar ciertas cosas que están, pero que, en el trajinar diario, no dimensionamos. "Me hizo entender lo mucho que me quieren mis amigos, lo importante que es tener una familia que siempre está a mi lado, me hizo entender que no vale la pena tener rencor por nadie ni por nada", expresa. Recuerda, en ese sentido, a la pareja de médicos que lo auxilió la noche del viernes pasado, porque rescata que en medio de tanta locura, hubo gente que tenía el sentido de la solidaridad a flor de piel.
El domingo de mañana, después de todo lo que pasó, tras la preocupación de sus amigos, el cuidado de su familia y las preguntas incesantes de familiares, "Manucho" se despertó y vio en las noticias que Rodrigo Quintana falleció en el PLRA. Tenía ocho perdigones de metal en el cuerpo. Perdigones con características un tanto diferentes a los que a él le dejaron sin un ojo, pero disparados por la misma Policía. Pero "Manucho" se despertó.