Un grupo de organizaciones busca cambiar la fisonomía del siniestrado supermercado Ycuá Bolaños de Trinidad, donde el 1 de agosto del 2004 fallecieron 400 personas en un incendio. A pesar de la sensación de injusticia que habita los corazones de los familiares de las víctimas, hoy abrigan la esperanza de que el lugar pueda servir para mantener viva la memoria.

  • Por ALDO BENÍTEZ
  • FOTOS: NÉSTOR SOTO

Las paredes de lo que fue el estacionamiento del supermercado siguen negras como consecuencia del humo que cubrió toda la zona. Es como una marca que se niega a desaparecer, a pesar de que ya pasaron 13 años de aquella tragedia, la más grave en la historia civil de este país. Hay huecos en sus paredes, pintadas con graffitis, nombres, mensajes de los familiares de las víctimas y pedidos de justicia.

El enorme local de lo que fue alguna vez el supermercado Ycuá Bolaños, instalado en el corazón del populoso barrio Trinidad, de Asunción, luce abandonado. Hoy sirve de refugio para indigentes o jóvenes sin hogar, vendedores ambulantes que utilizan parte del inmueble como depósito, y para grupos de skater que usan sus pasillos para hacer destrezas en patinetas o bicicletas. También delincuentes utilizan el lugar como aguantadero y adictos pasan las noches allí. Justamente, la queja de los vecinos son los constantes robos que se denuncian en la zona, y que tienen como protagonistas a estos habitantes nocturnos del Ycuá.

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El plan que pretende cambiar la actual situación del siniestrado supermercado se llama "Memorial 1-A", que busca convertir el lugar en un centro de recreación y un museo. La idea es impulsada y está siendo trabajada por un comité integrado por varias organizaciones. En torno al proyecto existen dos mesas de trabajo; "Mesa de Trabajo Ycuá Bolaños", que se armó en el 2014, y "Mesa de Trabajo Técnica de Abordaje Social", que se creó en agosto del 2016 y en la que se incluyó justamente la conexión con vendedores y jóvenes adictos que viven en el Ycuá.

La Asociación de Familiares de Víctimas del Ycuá acompaña el proceso desde que empezó esta historia e integra ambas mesas de trabajo. Cristhian Olmedo es el representante de la asociación y cree que el proyecto en sí es una gran oportunidad para hacer del Ycuá algo que "valga la pena". Cristhian perdió a dos familiares la tarde del 1 de agosto del 2004. Su hermana y su sobrina, quienes llegaron al supermercado para hacer unas pequeñas compras. Su relato refleja lo que vivieron cientos de familias que también perdieron a sus seres queridos en similares circunstancias en aquella tragedia. Cristhian recorre el lugar, mira las ventanas rotas, las paredes sucias, el piso estropeado. Emprendió una lucha por hacer de este lugar algo que sirva para la comunidad.

"Si bien para nosotros es como que nunca hubo una justicia real, los que seguimos con la coordinadora encontramos en este proyecto una manera de revertir esta imagen que tiene el Ycuá y hacer algo para la ciudadanía. Un espacio de esparcimiento, pero que sirva además para mantener la memoria", explica.

Cristhian es del barrio, nació en Trinidad y vivió allí toda su vida. Dice que la tragedia marcó para siempre a la zona. Una gran parte de quienes murieron en el incendio eran habitantes de Trinidad. El barrio ya no fue el mismo desde entonces.

La Coordinadora de Víctimas del Ycuá tiene un pequeño local dentro de lo que fueron en su momento las oficinas laterales del supermercado. Allí, cada año, familiares de las víctimas se reúnen y si bien saben que en lo judicial ya nada queda por hacer, todavía abrigan la esperanza de que el lugar se convierta en un punto de recreación para la gente del barrio. Y, principalmente, que sea un sitio para recordar y evitar que otras tragedias pasen en nuestro país.

Don Miguel Samudio tiene 69 años y es el encargado (ad honorem) del local de la coordinadora. Tiene los ojos estirados, lente con marco negro, una camisa a cuadros y pantalón de tono gris. Él recibe a La Nación y abre el portón que da a la oficina, o a lo que quedó de ella, ya que fue rapiñada hace poco por desconocidos que ingresaron y se llevaron hasta el inodoro y demás muebles.

La tarde del domingo 1 de agosto del 2004, don Miguel –que era guardia de seguridad– estaba trabajando cuando cerca de las 14:00 lo llaman para darle la noticia más triste para un padre. Dramática e imaginable para cualquiera. Tres de sus siete hijos murieron en el incendio del Ycuá. Don Miguel y su familia recién pudieron reconocer los cuerpos semanas después –por la descomposición, producto de la fuerza del fuego– y porque el proceso de reconocimiento llevó más tiempo en cuerpos desmembrados. "Yo recibí el brazo de uno de mis hijos en un cajoncito", recuerda don Miguel, en guaraní, con una voz ronca.

"Lo único que quiero, antes de morir, es ver que este Ycuá sea diferente, que a todos nosotros, los que sufrimos con nuestras familias, esto nos recuerde lo que pasó", expone y agrega que para él la justicia nunca llegó. Si bien reconoce que tuvo una buena indemnización, asegura que ningún dinero puede tapar la pérdida de tres hijos. Además, seis años después de la tragedia, perdió a la compañera de toda su vida, Luisa Valenzuela, su esposa, quien murió en el 2010. "Vine a Trinidad cuando tenía 9 años, con mi abuelo, que se llamaba Vicente Samudio. Después del cuartel, le conocí a Luisa, que también vivía acá. Para mí, Trinidad es mi vida", dice don Miguel.

También son de Trinidad los vendedores ambulantes que tienen sus puestos a lo largo de la vereda del supermercado, sobre la Avda. Artigas. La idea de la mesa de trabajo es organizarlos y reubicarlos dentro de lo que será la nueva sede. Para ese fin, desde la Municipalidad de Asunción están trabajando con los representantes de estos vendedores en un plan que se llama "Asunción te incluye", que prevé una nueva ubicación de puestos para estos trabajadores, además de otras oportunidades laborales y académicas.

Cristhian Olmedo, Lilian Benítez y Miguel Samudio.

Hasta el momento, la municipalidad tiene registradas a 34 familias que se dedican a la venta de productos en la vereda del ex supermercado. Lilian Benítez, de la Dirección de Área Social del municipio asunceno, dice a La Nación que desde hace meses están trabajando en la zona, recabando datos, hablando con los vendedores. Benítez cuenta que están apuntando a dos áreas bien definidas; la reubicación de los vendedores –con quienes el diálogo es mucho más fácil y ya tienen un principio de acuerdo– y tratar de lograr la reinserción de los indigentes y adictos. Sin embargo, esto último es un trabajo que requiere de un mayor empeño.

El objetivo, en principio, es lograr que los indigentes y adictos puedan integrarse a programas sociales como Abrazo, que ya trabaja con 11 familias de la zona. Además, dos jóvenes vendedores fueron beneficiados con becas de estudio a través del programa social. No es todo lo que falta, pero al menos es lo que ya se consiguió con el trabajo en equipo.

Para Benítez, el trabajo en comunidad es un punto estratégico. La municipalidad y la policía local son conscientes de las constantes quejas de los vecinos por asaltos y otro tipo de problemas que suelen tener en la zona. "Es necesario que este proyecto se pueda concretar para lograr la reinserción de esta gente", explica Benítez.

En el proyecto Memorial 1-A están trabajando en forma conjunta la municipalidad local, el Colegio de Abogados, la Secretaría Nacional de Cultura (SNC), la Junta Municipal, la Secretaría Nacional de la Niñez y Adolescencia (SNNA) y el Ministerio de Hacienda, además de la Asociación de Víctimas.

El proyecto ganador para la creación del Memorial 1-A fue presentado por los arquitectos Francisco Tómboly y Sonia Carísimo, quienes obtuvieron el primer lugar del concurso elaborado por el comité. Un total de cinco empresas presentaron sus ofertas en la licitación para llevar a cabo las obras, cuyo ganador se dará a conocer próximamente.

MEMORIAL 1-A “400 HACES DE LUZ”

El proyecto intenta mantener viva la memoria del sufrimiento, permitir el encuentro y elaprendizaje para un mejor futuro y sobre todo, recordar la vida de quienes se perdieron,festejando la fortaleza de los que quedaron luchando por ellos.

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