• Por Carlos A. Primo Braga

El futuro del Mercosur será influenciado por las relaciones entre sus dos mayores economías. El contraste entre el enfo­que “anarcocapitalista” del gobierno de Milei y el inter­vencionismo del gobierno de Lula dificulta el diálogo y la cooperación entre Brasil y Argentina.

El crecimiento económico de ambas economías seguirá decepcionando en 2024. En el caso de Argentina, el nuevo gobierno heredó un gobierno en quiebra, una moneda sobrevaluada, alta inflación y reservas interna­cionales negativas. La adop­ción de una política fiscal restrictiva y medidas de des­regulación económica están generando efectos recesivos y ajustes significativos en los niveles de empleo y pobreza en Argentina. La inflación ha comenzado a desacele­rar desde un nivel mensual del 25,5 % en enero hasta el 11,0 % en marzo, y el déficit fiscal debería evolucionar del 4,2 % del PIB en 2023 a una situación de equili­brio para finales de año. Sin embargo, el PIB argentino podría contraerse un 2,8 % en 2024 (después de un -1,6 % en 2023).

En el caso de Brasil, el gobierno de Lula encontró la economía en una situa­ción mejor en 2023. La cues­tión fiscal (un déficit nomi­nal del orden del 7,9 % del PIB en 2023) y la deuda pública (84,7 % del PIB) siguen siendo temas de pre­ocupación. La reciente deci­sión de flexibilizar la meta de resultado fiscal prima­rio para 2025 no ayuda. Sin embargo, la economía debe­ría crecer alrededor del 1,7 % en 2024 (después del 2,9 % en 2023) y la inflación sigue bajo control (alrededor del 3,7 % en términos anuales).

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Estos datos macroeconó­micos ilustran la divergen­cia en términos del desem­peño económico esperado en 2024. Pero las estrate­gias de desarrollo que están siendo adoptadas por Bra­sil y Argentina enfatizan otras diferencias que debe­rán guiar las trayectorias de estas economías en los próximos años.

En Buenos Aires, la agenda “anarcocapitalista” puede ser interpretada como un retorno a los cánones del Consenso de Washington (liberalización, desregula­ción, privatización...). En el caso del gobierno de Lula, la narrativa oficial sugiere un retorno a un Estado más intervencionista con énfa­sis en los beneficios de la industrialización por sus­titución de importaciones. En resumen, el gobierno de Milei aboga por un Estado mínimo con énfasis en la libertad individual y el protagonismo del sector privado, mientras que el gobierno de Lula señala un papel central para el Estado como inductor del creci­miento económico.

Sin embargo, la realidad política genera restriccio­nes a la capacidad de imple­mentación de estas estra­tegias. Tanto en Argentina como en Brasil, los parti­dos de los presidentes (La Libertad Avanza y el Par­tido de los Trabajadores, respectivamente) tienen participaciones minorita­rias en los parlamentos. El público argentino y el mer­cado financiero aún reac­cionan positivamente a la agenda libertaria, recono­ciendo la herencia trágica del período peronista y los esfuerzos del gobierno para evitar una hiperinflación. Pero si la recuperación eco­nómica no ocurre antes de fin de año, el respaldo polí­tico al gobierno de Milei se volverá aún más frágil.

En el caso brasileño, la deterioración de la popu­laridad y el respaldo polí­tico del gobierno ha estado ocurriendo gradualmente. Encuestas de opinión recientes confirman una disminución en los nive­les de aprobación del presi­dente y su administración. El gobierno podría enfren­tar una resistencia creciente a medio plazo si su sesgo estatista y su política fiscal expansiva socavan el equili­brio macroeconómico.

Argentina continuará enfrentando un alto riesgo en cuanto a su deuda externa. A finales de 2023, la deuda pública bruta alcanzó aproximadamente el 154 % del PIB, impulsada por la devaluación nominal del peso. El esfuerzo fiscal ayuda, pero a medio plazo el país deberá refinanciar su deuda externa en un esce­nario internacional carac­terizado por tasas de inte­rés más altas. Y una crisis social podría hacer inviable la sostenibilidad política del experimento del gobierno de Milei.

En el caso de Brasil, los gra­dos de libertad del gobierno en la ejecución de su política económica son mayores. La restricción externa no es un problema, aunque los cho­ques externos (por ejem­plo, la desaceleración de la economía china) podrían impactar esta evaluación. Sin embargo, el desequili­brio fiscal seguirá erosio­nando la credibilidad del gobierno de Lula.

En resumen, las trayecto­rias de ambas economías seguirán caracterizadas por riesgos elevados. El Programa PAEX de la FDC puede ayudar a las empresas en el Mercosur a enfrentar estos desafíos.

En el caso de Brasil, el gobierno de Lula encontró la economía en una situación mejor en 2023. La cuestión fiscal (un déficit nominal del orden del 7,9 % del PIB en 2023) y la deuda pública (84,7 % del PIB) siguen siendo temas de preocupación. La reciente decisión de flexibilizar la meta de resultado fiscal primario para 2025 no ayuda. Sin embargo, la economía debería crecer alrededor del 1,7 % en 2024 (después del 2,9 % en 2023) y la inflación sigue bajo control (alrededor del 3,7 % en términos anuales).


En Buenos Aires, la agenda “anarcocapitalista” puede ser interpretada como un retorno a los cánones del Consenso de Washington (liberalización, desregulación, privatización...). En el caso del gobierno de Lula, la narrativa oficial sugiere un retorno a un Estado más intervencionista con énfasis en los beneficios de la industrialización por sustitución de importaciones. En resumen, el gobierno de Milei aboga por un Estado mínimo con énfasis en la libertad individual y el protagonismo del sector privado, mientras que el gobierno de Lula señala un papel central para el Estado como inductor del crecimiento económico.

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