• Por Dr. Miguel Ángel Velázquez (Dr. Mime)

Desde esta columna, cada sábado procuro que nos volvamos amigos de nuestro cerebro, nuestro órgano perfecto, ese que pesa kilo y medio y que tiene más de cien mil millones de neuronas conectadas entre sí, y de cuyas conexiones depende lo que somos en la totalidad del concepto. Somos nuestro cerebro. Hasta hace poco creíamos que podíamos perder neuronas a diario y que eso debilitaba considerablemente nuestra capacidad vital. Hoy en día sabemos que las neuronas no mueren, ya que son las células más resistentes del organismo, pero que llegan a un estado en el que van perdiendo sus conexiones y con ello, debilitando nuestras capacidades cognitivas e intelectuales, y nuestra calidad de vida.

Si bien es cierto que formamos neuronas todos los días de nuestra vida, principalmente en las zonas del cerebro destinadas al aprendizaje y a la memoria, también es cierto que si esas neuronas no forman conexiones nuevas, se van a perder. Y lo de “formar conexiones nuevas” no es más ni menos que el aprendizaje. Porque nuestro cerebro llega a su madurez a los 30 años y a partir de allí comienza a envejecer. Por eso es que precisamos seguir estos consejos de manera de mantener un cerebro absolutamente sano, capaz de formar nuevas conexiones diariamente y mantener las que ya existen. Veamos esta docena de consejos del neurocientífico español Paco Mora, que son una guía de estilo de vida para mantener el cerebro saludable y funcionando plenamente hasta el último día de nuestras vidas.

1. Comer menos y más sano

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Al comer de más y en mala manera hay un aumento del estrés oxidativo del organismo, lo cual aumenta a su vez los desechos tóxicos que son altamente nocivos para el funcionamiento neuronal. Menos comida mala potencia la producción de sinapsis que es la unión de las neuronas entre sí, la base del conocimiento. Además, potencia la reparación de daños al no interferir creando nuevos elementos de desecho. Y, finalmente, aumenta la producción de neuronas en el hipocampo, el centro relacionado íntimamente con la memoria y el aprendizaje.

2. Deporte de forma regular.

Al practicar deporte aeróbico producimos sustancias en nuestra farmacia cerebral que potencian enormemente la conectividad entre neuronas, y así el aprendizaje y la memoria. No debe ser un ejercicio de alta competencia, basta con una caminata frecuente y constante sin apuros, pero sin postergaciones para que la sangre se oxigene mejor al aumentar la frecuencia respiratoria, la profundidad de la respiración y la frecuencia cardiaca de forma moderada. Igualmente, el ejercicio moderado incrementa la conectividad entre neuronas, las sinapsis, por lo que es un gran preventivo para aquellos que temen “sufrir alzheimer” alguna vez. El ejercicio hace que nos sintamos mejor porque realmente producimos neurotransmisores que nos hacen sentir eso que llamamos felicidad.

3. Hacer ejercicio mental todos los días

No importa que toda la vida lo hayamos hecho y haya llegado la hora en que nos jubilamos y deseamos estar todo el día acostados o viendo televisión. Hay que estimular la mente con retos reales, no crucigramas o lectura de diarios o telenovelas baratas, sino, por ejemplo, aprender un idioma nuevo o una habilidad que no se tenía, como una manualidad o una actividad como el bailar que, además, suma al punto 2, porque vale como deporte. Si bien todo es más difícil para el cerebro a partir de los 30 años (sí, leíste bien, TREINTA AÑOS, edad en la que el cerebro comienza a envejecer), ese esfuerzo se ve recompensado por un aumento en los circuitos neuronales y en la lucidez mental que aparece, ya que el cerebro entra en “calentamiento” y “se pone en forma” rápidamente.

4. Viajar mucho.

Viaja es aprender, memorizar, representa un reto no solo anímico, sino también físico e intelectual. Hay que conocer nuevas culturas, hay que dejarse abrazar por nuevas experiencias, redescubrir el placer de una compañía de viaje, y, claro está, formar más y más circuitos neuronales y sinapsis que almacenen lo aprendido y lo vivido. El solo hecho de viajar, no importa la distancia, y conocer nuevos lugares y nueva gente, es un regalo al que el cerebro en sus centros de memoria, aprendizaje, relacionamiento, emoción y placer, agradecerá sobremanera de la forma en que mejor sabe hacerlo: segregando sustancias que nos hagan sentir eso que llamamos felicidad.

5. Vivir acompañado.

Una buena salud del cerebro pasa por incrementar lo que conocemos como capital emocional, es decir, esa “cuenta corriente” que no se mide en dólares, sino en sensaciones. El relacionamiento interpersonal hace que el cerebro esté en constante evolución para responder permanentemente a los desafíos de la vida en común. Los que viven en pareja, según muestran los estudios, pueden vivir mejor en cuanto a calidad de vida, y su interacción social hace que sean, en puridad de término, más sanos cerebral y físicamente.

6. Adaptarse a los cambios.

El hecho de no aceptar la rutina y de no tomar a la tremenda cualquier alteración que aparezca en la vida (“tomarlo con soda”, diría mi madre) hace que el cerebro funcione mejor, ya que al no estresarse por cualquier cambio de los que suceden día a día, o incluso, tomando nuevos desafíos que rompan con la monotonía de la rutina diaria, es lo que se impone para vivir mejor y mucho más.

7. Evitar el estrés crónico.

Siempre lo digo: el estrés nos salvó la vida en la evolución del hombre. Esa adrenalina que se disparaba cuando se oía el crujir de unos pastos bajo el supuesto peso de una fiera hacía que salgamos huyendo al lugar más alto alejándonos de ser el almuerzo de alguna de las feroces bestias, para que, pasado el riesgo, desaparezca todo vestigio de esas catecolaminas de nuestro torrente sanguíneo y volvamos a ser nosotros mismos. Hoy el cerebro recibe constante descarga adrenérgica por cualquier pavada desde el momento en que abrimos los ojos hasta que nos intentamos dormir a la noche y esa adrenalina constante nos torna taquicárdicos, hipertensos, gastríticos o ulcerosos por excesiva secreción acida gastroduodenal, constipados o flojos de vientre por las variaciones de la movilidad de las vísceras, insomnes, migrañosos por no dormir bien y un sinfín de cosas simplemente porque... no nos damos cuenta de que el verdadero peligro es sentirnos apeligrados todo el tiempo sin ninguna necesidad.

8. No fumar.

¿Hace falta que lo diga? El tabaco y otros vicios pueden producir pequeños infartos cerebrales y causar daño progresivo con disminución gradual de las capacidades. Además, la nicotina produce defectos en la memoria y aumenta el llamado estrés oxidativo a nivel neuronal, o sea, la intoxicación de las neuronas por sus mismos desechos.

9. Dormir bien.

Se necesita dormir entre 6 y 8 horas diarias en la teoría, pero calidad de sueño indiscutible en la práctica. Eso se logra comenzando a dormir rápido al acostarse y no despertándose a cada momento por cualquier motivo. Durante el sueño, se consolida la memoria, lo aprendido durante el día se fija en los circuitos neurales, y sobre todo y muy importante, se producen en promedio unas dos mil neuronas nuevas en la zona del hipocampo en cada noche, las cuales servirán al día siguiente para poder aprender cosas nuevas. Ojo: dormir bien ¡no es tomar un sedante... ! Y no me alargo más porque esto ya lo vimos hace unas semanas en esta columna.

10. Evitar el apagón emocional.

La motivación y la ilusión son los motores que nos hacen sentir vivos. Eso es, traducido al lenguaje cerebral, producir el neurotransmisor dopamina. Buscar permanentemente objetivos para disparar a toda hora nuestro sistema de recompensa cerebral (del cual me ocuparé pronto en esta columna o del cual hablo in extenso en mi libro “Cerebra la vida”) es el mejor motor para un cerebro sano.

11. Agradecimiento.

Agradeciendo el cerebro, aunque no creas segrega numerosas sustancias que nos hacen sentir excelentes. Serotonina, dopamina, oxitocina, son sustancias que el cerebro segrega cuando agradecemos, cuando abrazamos, cuando reímos. Agradecer es cerebralmente recomendable.

12. Disfrutar de las pequeñas cosas.

Segregar serotonina con cada pequeña cosa como un mensaje, un llamado, un gustito, una música, algo que no sea materialmente importante, es algo que el cerebro agradece enormemente.

Así, rápida y obvia, es la columna de esta semana. ¿Que tal si nos regalamos un fin de año mejor cumpliendo estas doce normas? Así estaremos saludablemente DE LA CABEZA.

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