Se cumple hoy un nuevo aniversario del despertar victorioso, tras una jornada nocturna de tremenda violencia, desde el anochecer de La Candelaria al amanecer de San Blas, que creímos, con cierta ingenuidad, como ya señalaron algunos analistas e historiadores, sería el último de los tiempos oscuros de las dictaduras, las guerras civiles, las persecuciones, las torturas, los destierros y las desapariciones, que, paradójicamente, se radicalizaron tras la victoriosa campaña de la Guerra del Chaco, en la que todos o casi todos los habitantes del Paraguay estuvieron en el mismo frente, hermanados en la defensa de un territorio que el derecho internacional garantizaba como paraguayo.

Como en gran parte de la América Latina, se inició la etapa del mesianismo de los militares; enseñados a mandar o a obedecer, hicieron todo lo contrario de lo que pregonaban; imponer el totalitarismo vertical y la manu militari para establecer por decreto, por orden superior, con calabozo y con baquetazos "el orden y el progreso".

Los militares del amanecer del sanblasazo se rebelaron, por el contrario, con un discurso civilista y un compromiso de construir, con la clase política y la ciudadanía, "un país moderno y democrático". Un país en el que no hubiera un discurso único y vertical, en el que hubiera democracia, es decir participación con igualdad de derechos de todos los ciudadanos.

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Cabe recordar que el "Parque Jurásico, estronista" ya se estaba derrumbando, tanto por la alianza política de opositores, incluidos colorados en el exilio, que estaban trabajando mancomunadamente en un frente político; que la comunidad internacional y, muy especialmente EEUU, habían concluido que la era de los tiranosaurios ya era insostenible en un mundo que se comprometía cada vez más con los Derechos Humanos y en el que las organizaciones civiles tomaban cada vez más protagonismo.

Y, finalmente, que los propios colorados que acompañaron las décadas de dictadura estronista, ya no estaban dispuestos a aceptar "un Stroessner por otro Stroessner".

La meritoria rebelión de los militares que, al fin y al cabo, se jugaron la vida y hasta la de sus familias, tuvo una base de sustentación, pero todavía quedaban ahí los gérmenes del totalitarismo cultivado por décadas de prebendarismo, privilegios y uso y abuso del poder.

La Constituyente y la Constitución del 92 marcaron un hito en la ruta hacia la democracia, al frenar las ambiciones de continuismo del estamento militar. Ahí se generó el primer intento golpista, cuando se cerraron las puertas a Rodríguez y, por extensión, a sus parientes. En lo que tenía que ser determinante de frenar el continuismo, fue contundente.

Cabe reconocer al líder del "febrerazo" que supo digerirlo y dejar avanzar el proceso, pero ya apareció el sucesor del ala estronista del Ejército, Lino Oviedo, que empezó a caldear los ánimos con el apoyo de militares de políticos y de empresarios acostumbrados a los privilegios de la dictadura.

Como está ilustrado en medios y estudios, el golpe estuvo cerca con su guadaña antidemocrática. No sería el primero ni el último de aquellos tiempos. Hay que reconocer que Oviedo y sus aliados siguieron fraguando, con añoranza, la ilusión de una dictadura maquillada de democracia. Hasta el punto de "robar unas elecciones democráticas", para sacarlo de en medio al ganador de las internas coloradas, el Dr. Argaña, "hazaña públicamente confesada. Al que terminaron sacándolo vía magnicidio.

También se intentó el golpe vía ¡Shake!, confesado por Oviedo ante el Congreso, para derrocar a Wasmosy, en la noche en que algunos políticos fueron a ponerse firmes en la Caballería. O la noche en que los tanques bombardearon El Cabildo o la masacre del Marzo Paraguayo. Los golpes al estilo repúblicas bananeras suelen estar sustentados por militares y poderes fácticos que no tienen posibilidad de llegar al gobierno por la vía democrática, pero que pretenden imponer su voluntad, sembrando la discordia en base la apropiación de "la verdad".

Los golpes no se dan vía enmienda ni constituyente, ni por consultas populares. Se dan cuando se trata de imponer el pensamiento único y apropiarse de la verdad, como hoy, tratando de usurpar desde cualquier tribuna o medio la atribución de declarar inconstitucionalidades; es decir, cuando se trata de imponer la verdad absoluta de algunos "iluminados" en lugar del debate público. Y, sobre todo, cuando se trata de generar descontento y violencia, con discursos cargados de improperios y vacíos de ideas.

Es una lástima que haya sectores que aún tratan de manipular la democracia e imponer o deponer el poder fuera de la democrática vía de las elecciones.

Afortunadamente, como nos enseña la historia de esta transición, los golpistas han fracasado, al menos en su intento de arribar al poder por la vía del cabildeo; han tenido éxito, sin embargo, en hacer aparecer al país como "bananero" y frenar procesos de modernización. Hasta en eso ahora están fracasando, ya que hoy los reconocimientos internacionales califican positivamente al Paraguay y no se dejan impresionar por los improperios.

La democracia del 3 de febrero, con sus luces y sus sombras, sigue y avanza. Los que trataron de apropiársela y manipularla fracasaron y seguirán fracasando. Sigue vigente el 3 de febrero.

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