- Jorge Martínez
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Poletti menciona que la clave principal radica en fijar metas y objetivos de manera a idear un escenario y focalizar el esfuerzo en pos de lo trazado. En este sentido, asegura que lo más importante en una empresa siempre será recursos humanos.
–¿Cómo fue para que se incorpore al mundo de la aviación?
–Mis inicios en la aviación se dieron en forma casual. En las vacaciones del año 1978, fui a ayudar a la gente de Pluna que trabajaba en el aeropuerto, porque estaban escasos de personal, y era plena temporada alta. Les gustó mi ayuda y gestionaron mi ingreso con la casa matriz que estaba en Montevideo. Justo el día que el gerente de Pluna me llamó para informarme que ya tenía mi nombramiento, me llamaron de Iberia, Líneas Aéreas de España para ofrecerme un puesto. Y así, en un día, con mis 18 años, tuve 2 trabajos. Opté por Iberia porque era internacional, volaba de Asunción a Madrid, era y es una gran empresa. Cuando eso operaba con modernos aviones DC10. A los pocos meses Braniff International me ofreció un salario 85% más elevado y el cargo de ejecutivo de ventas. Digamos que a partir de ese momento empezó mi crecimiento empresarial.
–Del 1 al 10, ¿Cuán importante es para usted la educación heredada de la familia para la formación de una persona profesional y por qué?
–La educación proveniente de la familia es fundamental en lo que respecta a valores. Del 1 al 10: 10. Porque ahí uno aprende con el ejemplo: la honestidad, la tenacidad, el abandono de los malos hábitos, el amor al estudio, el buen relacionamiento, la sociabilidad, entre otros valores.
–¿Cuál es su secreto para tener el éxito en la vida?
–En primer lugar, contar con un equipo de colaboradores: 1. Motivado, 2. Bien formado, 3. Proactivo y con actitud positiva. Ellos son los que llevan adelante la empresa llegando a los objetivos trazados. Además, en forma complementaria, la aplicación de principios básicos absolutamente válidos como que todo lo que se siembra se cosecha. Consecuentemente, sembramos a cada paso: Buenas acciones, sonrisas, deseos de cooperación, ayuda al semejante.
–¿Cuál es su clave para ser líder o ser un buen representante comercial en un equipo como el de Sol del Paraguay?
–En primer lugar hay que fijar metas y objetivos. No se puede andar a tientas y a la deriva. Se debe idear un escenario y focalizar el esfuerzo en pos de lo trazado. Sol del Paraguay espera ser una empresa líder en el turismo nacional.
- La educación proveniente de la familia es fundamental en lo que respecta a valores. Del 1 al 10 definitivamente lo calificaría un 10. Porque ahí uno aprende con el ejemplo: la honestidad, la tenacidad, el abandono de los malos hábitos, el amor al estudio, el buen relacionamiento, la sociabilidad, entre otros valores.
–Dice una frase por ahí que nada es imposible, que lo importante es proponerse y lograrlo. ¿Qué piensa al respecto?
–Tiene un 99% de verdad, y eso está expresado precedentemente. El éxito se da cuando se conoce el propósito que uno tiene en la vida y se pelea por alcanzar el máximo potencial para el que uno está diseñado.
–¿Cuál sería el consejo que le daría a un joven emprendedor que se está iniciando hoy en el mundo empresarial?
–Que sepa soñar y plasme sus sueños en una notebook, o al menos en un papel y lo vaya puliendo, fijando metas, objetivos, planes de acción; estableciendo prioridades. El mundo se abre ante los arremetedores que saben a donde se dirigen. Aunque en mi caso, (que también soy teólogo), creo que juego con cierta ventaja, ya que la renovación de mis fuerzas y el poder ver lo que otros no ven, es por gracias de mi Cristo, Rey y Señor.
–¿Dónde nació y cómo fue tu infancia?
–Nací en Asunción, un día 14 de febrero, quizás por eso sea tan amoroso (risas) Mi infancia pasé en zona del colegio y parroquia Cristo Rey, donde vivía mi familia, y en los barrios Sajonia e inmediaciones del Palacio de Gobierno, donde iba con frecuencia a visitar a mis abuelos. Tuve un niñez y adolescencia feliz, jugando en los patios de la zona, en el parque Carlos Antonio López, en el deportivo Sajonia y los domingos por la mañana, fútbol atrás del Palacio de Gobierno con algunos amigos que eran de la Chacarita. Subíamos a los árboles para bajar mangos, jugábamos con trompos, bolitas, hacíamos volar pandorgas, hacíamos volar las hamacas de los parquecitos por donde pasábamos. Los partidos de fútbol barrio contra barrio eran semanales, y con frecuencia terminábamos con un feroz moquete colectivo, pero hoy en día todos los enemigos moqueteros son íntimos amigos. ¡Era completamente otra época!