Por Esteban Aguirre
@panzolomeo
Ilustración: Dani Arzamendia - @arzdaniel
"Boludo, en el 2014 hicimos juntos una revista, en el 2015 ya ni me acuerdo pero fue épico ¿y este año? ¡Un carajo! ¡Cuando vamos a volver a colaborar!", roncosas palabras con la cual recibía un desafío de mi gran amigo e ilustrador Dani Arzamendia. El momento del desafío me encontraría festejando mi cumpleaños número 37 rodeado de familia, amigos y toda esa gente linda que vino a regalarme una sola cosa: Amor… y bueno, la ocasional botella de escocés también estaba más que bienvenida.
Cumplir años es como la fiesta de fin de año privada de cada uno. Es un día que uno se regala o deja que lo castigue con existencialismo. A mi me pasaba más de ser una de esas personas "odio mi cumpleaños", lo mío era más entrar en un maratón alcohólico con actitud fin del mundo choca de frente con Black Fraude como actividad principal para pasar las 12 y batallar lento una resaca durante la celebración del día de mi nacimiento. Hace 3 años empecé a darle el giro de tuerca a esta idea con ira adolescente de odiar el día en que llegué a está canica azul.
Un buen día me dije "Vamos a hacer fiesta o que" y así como quien no quiere las cosas le encontré el giro a eso de andar emo diciendo "ya no me llamen, quiero ser invisible, ¿como se hace la posición fetal?" sustituido por un "dale pue carajo" golpe en el pecho dándole un pum parriba al corazón y en la otra mano una manija en alto como paqueaprendas. Estamos vivos y vamos a celebrarlo en vida.
Celebrar significa abrir una venta a posibilidades infinitas que uno no puede dimensionar ni crear, es simplemente entregarse al buen pasar colectivo, cuando los amigos deciden que esa celebración es en tu nombre la sensación de recargarse de infinita energía se vuelve literalmente tangible.
Por ejemplo encontrarte con anuncios de futuras celebraciones, como fue el caso de la sorpresa del anuncio de la boda de mi hermano y su novia con K, o la reflexión casi platónica de mi veterano amigo Vilo que me dijo "La vida todavía no comienza man, y yo ya estoy por llegar a los 50". Y es así, con esa óptica con la que decido mirar el resto del viaje, una mirada que se repita constantemente con un "esto recién empieza, el resto está por venir". "Ojo con el tiempo" me decía mi viejo, él estaba hablando de un evento distinto al sentido con el cual procesé esa frase. La verdad es que no podría tener más razón.
Ojo en todo sentido, a cuidarlo pero por sobre todo a disfrutarlo en tiempo real, tiempo presente. No desde la lejanía de "ya va a venir" o el "te acordás pio cuando…" sino desde el "vaaaaamoooo, estoy cansado de que dé tanto gusto esto!" como diría mi percutivo amigo Beto. Ojo, ambos bien puestos en vivir lo que sea te está pasando y si ese pasar tiene el cliché de convocar a tus seres queridos a cantarte alrededor de una torta que parece un incendio forestal sumale una sonrisa llena de dientes y las ganas de respetar aquella lírica que simplemente dice ¡Que los cumplas feliz! ¡Salú!