Por Aldo Benítez
Severo Aquino es un sacerdote salesiano que, en silencio, deja huellas en los corazones de cientos de jóvenes con los que le toca estar. Al cumplir 80 años, los oratorianos y miembros del Batallón 1 de la Iglesia San Vicente, de Asunción, que él fundó en 1985, se juntaron y le rindieron un homenaje.
Pa'i Aquino, como lo conocen todos, tiene un caminar lento pero seguro. Su cabellera completamente blanca no le da, sin embargo, la apariencia de que ya tiene 80 años, de los cuales prácticamente 65 los dedicó por completo al trabajo con los niños y jóvenes, a partir de su vocación salesiana. Dice, en ese sentido, que justamente los salesianos tienen esta formación y que la misión de ellos es ayudar a los niños y jóvenes carenciados. Pero cuando habla de carencia, hace una aclaración; no solamente económica, sino que también emocional, sicológica y sobre todo, de amistad y compañía.
Severo Aquino, cuyo nombre dista mucho de su personalidad, nació el 6 de noviembre de 1936 en la ciudad de General Morínigo, Caazapá, dentro de una familia que le marcó siempre los valores cristianos, recuerda a La Nación. Cuenta que hizo la escuela en el colegio Don Bosco de Villarrica, donde conoció al sacerdote Moleón Andreu, quien le invitó para ir al seminario. Terminó el colegio y partió a la Argentina, específicamente a la Universidad de Córdoba, donde terminó la carrera de Filosofía. Años después nuevamente fue a Córdoba para terminar una segunda carrera: Teología.
Recibido como sacerdote oficialmente en 1977, menciona que volvió al país decidido a tomar el legado que dejó Don Bosco y principalmente, el padre Ernesto Pérez (pa'i Pérez) en lo referente a la formación de jóvenes y niños. En ese sentido, pa'i Pérez fue el fundador –en 1916– del movimiento de exploradores en Paraguay. La única manera de retomar el trabajo dejado por Pérez era refundar este movimiento. Con esa convicción, el padre Aquino llegó a Asunción.
EL HOMENAJE
Bajo el amplio corredor del quincho del local de la Asociación Caza y Pesca de Itá Enramada, unas 30 familias esperan ansiosas por el padre Aquino, para festejar su cumpleaños número 80. Los preparativos en el lugar habían empezado muy temprano, cerca de las 6:00. Están distribuidos al menos 10 mesas redondas y 4 largas, cubiertas con manteles blancos, ubicadas estratégicamente a lo largo del corredor. Todos en el lugar esperan por el padre para darle un abrazo, una sonrisa, pedirle una bendición y por supuesto la foto del recuerdo.
Este domingo 6 de noviembre, el sol golpea en Asunción y la fecha marca que se juega el clásico del fútbol paraguayo entre Cerro Porteño y Olimpia, pero para los miembros del "Batallón 1" lo único que importa en este encuentro que se tiene pactado, en principio, para el mediodía, es la presencia del pa'i Aquino.
Como el padre hace un tiempo vive en Villarrica, fueron a buscarlo. Mientras se lo espera, las familias disfrutan de una reunión que se repite cada vez con menos frecuencia, por diferentes circunstancias. Muchos de quienes fueron los primeros exploradores del padre Aquino hoy ya no viven en Asunción, varios, incluso, están en el exterior y la comunicación, si bien es casi periódica gracias a la tecnología, no permite la presencia física con frecuencia. Todos formaron sus familias y tienen sus actividades profesionales, pero el hecho de ser exploradores es como una conexión. Es un legado que los mantiene como amigos, a pesar de las distancias y del paso del tiempo.
El padre Aquino llegó a la iglesia San Vicente de Asunción en 1980 y rápidamente empezó a orquestar movimientos para aglutinar jóvenes. Así fue que animó el oratorio festivo y también introdujo la Liga Oratoriana de Fútbol, que se dividía por categorías. Estas actividades generaban mucha participación juvenil y permitió concretar en 1985 la formación del movimiento de exploradores del Paraguay, llamado Batallón 1. Este Batallón significó la refundación del movimiento de exploradores que había iniciado el pa'i Pérez en 1916.
El grupo oratoriano fue el inicio de la amistad para muchos de los que hoy le rinden tributo al pa'i Aquino y que formaron después el Batallón 1. Entre canciones, juegos y diversión, aprendieron a forjar una amistad que los convoca este caluroso domingo para reencontrarse. Como exploradores, salían a buscar aventuras, mínimas, pero que para la edad de la adolescencia o niñez significan todo. Iban de campamento, de retiro, salían de paseo, siempre bajo la guía del pa'i Aquino, que aprovechaba estas salidas para dejarles su enseñanza para entender la vida desde una visión más humana, teniendo los valores de la amistad y honestidad como base.
EMOTIVO ENCUENTRO
Cerca de las 16:45 llega el padre Aquino hasta el quincho. Antes ya se había servido el almuerzo –asado con variadas ensaladas– y hasta ya se tuvo un baile improvisado. Pa'i Aquino baja del vehículo y todos aplauden cantando el cumpleaños feliz. Están sus exploradores, los hijos, sus parejas. Todos, de algún modo, aprendieron del pa'i por lo que se les fue transmitiendo. El pa'i evoca una sonrisa, y a pesar del viaje un tanto largo, no muestra gesto de cansancio.
Pa'i Aquino viste camisa blanca, parecida a guardapolvos de profesores, un pantalón azul y unos zapatos negros. Lleva puesto su reloj y los anteojos que no ocultan el brillo de sus ojos al ver a esta gente reunida en su nombre. Se lo ve emocionado, pero no se quiebra. Regala sonrisas a todos. La sensación en este momento, a pesar del calor, es de emoción. En un homenaje así, que sale del corazón, se entiende que esas lágrimas que caen de quienes fueron sus exploradores no son exageradas.
El padre cruza en medio de aplausos entre las familias. Muchos no quieren perderse este instante y toman fotos o videos desde sus celulares. El pa'i abraza a cada uno y recibe un par de regalos. Conoce a prácticamente todos, por nombre o apellido, o tal vez por el apodo. Después de casi 15 minutos de una ceremonia de recibimiento cargada de emociones y música, le dan el micrófono al padre para que pueda expresarse.
"Agradezco el cariño y el afecto, pero si hicimos algún bien, fue porque era el camino que teníamos como salesianos. Es el camino que guió siempre Don Bosco", expresa y añade, con la voz pausada, nítida, firme "lo que yo soy, se los debo a ustedes. Sin ustedes nada habría hecho". Continúa diciendo que seguirá insistiendo a todos sus hijos –porque así los considera– que sepan vivir en relación a las diferencias que puedan existir en la sociedad, en la vida.
Pa'i Aquino está parado frente a sus ex exploradores. Les habla como cuando eran unos niños o adolescentes y ellos lo escuchan como tal, a pesar de que pasaron prácticamente tres décadas. Lo que significa el padre para ellos se resume en algunos de los testimonios que se escuchan. "Es una persona que nos dio todo, nunca vamos a tener a otro padre como pa'i Aquino", dice Dani Fretes, micrófono en mano, el primero en hablar. Darío Achucarro, a su vez, otro de los exploradores del batallón, fue más directo: "Yo vivía solo cuando era joven en San Vicente y si no estaba el padre Aquino, quién sabe cómo iba a terminar, y es la verdad, yo puedo decir que soy lo que soy gracias a usted, padre", dice, ante todos.
Aquino sólo mira, una leve sonrisa se cuela en sus labios, y baja la cabeza. Es casi como que su humildad le hace tener vergüenza de lo que escucha. Pero todos esta tarde saben que estos testimonios son ciertos. Este homenaje de agradecimiento de toda esta gente, la alegría con lo que lo reciben, la forma en que lo tratan, los abrazos desde el alma, las lágrimas de emoción, confirman estos dichos.
"Se formó una gran familia con ellos, la mayoría fueron protagonistas del accionar pastoral. A la familiaridad, la fe, la solidaridad, que es un poco el ambiente que se crea en esto, nosotros llamamos 'Corazón oratoriano'. Así, cualquier obra que enfrentamos, o realicemos, debe tener como base ese espíritu, es por eso que con este grupo tenemos esta unión", explica el pa'i Aquino sobre su relación con "el Batallón 1" a La Nación.
Actualmente, varios batallones en instituciones salesianas siguen el trabajo que el pa'i Aquino reabrió con los exploradores. Su misión, silenciosa, casi como un héroe anónimo, permite que decenas de familias hagan lazos de amistad a pesar del paso del tiempo. Prueba de ello es que hoy, treinta años después de que él haya refundado el movimiento de exploradores, los mismos se reúnan como amigos, disfruten del domingo y le agradezcan por haber sido un papá con todas las letras para todos.