Por: Javier Barbero

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Tantas pero tantas corrientes espirituales, psicológicas e incluso filosóficas han sostenido que el enemigo número uno es el ego, que pobrecito anga, mi maldito ego anda escondiéndose incluso de mí mismo por miedo a que lo destruya.

"Esa persona tiene mucho ego". Fulana es "egocéntrica". "Ese maestro es tan humilde que no tiene ego". "Hay que desprenderse de lo material para vivir sin ego".

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Me permito con mucho respeto expresar mi mirada al respecto. Sin ego no se puede vivir. Es el ego el que me permite tener una existencia individual.

El ego es el chip neuronal de nuestro cerebro, que todo organismo vivo tiene para protegerse y mantenerse vivo y está continuamente calculando estrategias para lograrlo.

En otras palabras, es un amigo incondicional que trata de cuidarte siempre, 24 horas al día, como el amor de una madre que ama y cuida de su hijo sin condiciones. El ego te quiere a salvo, te quiere libre de dolor, te quiere lo más libre posible de miedo a los predadores, sean estos animales u otros humanos, y protegido de los efectos nocivos (frio, hambre, lo que sea).

Para protegerte del daño, el ego sabe que necesita conseguirte poder. Si el poder lo tiene otro, lo puede usar eventualmente para tu daño (durante millones de años de evolución este fue el patrón).

En cambio, cuando sentimos alguna forma de poder "estamos a salvo". Este es el razonamiento del ego que se generó como cualquier órgano del cuerpo durante la evolución (el ego es uno de los circuitos cerebrales del cerebro).

Por lo tanto, una de las cosas que el ego hace, para protegerte, es buscar, siempre, poder (económico, físico, intelectual, emocional, de influencia, de fama, etc.).

Como todo lo bueno, si este se exagera, se torna en dañino y destructivo; igual que si te pasás de sal en la comida, la hace incomible. No porque la sal no le dé buen gusto a la comida y sea por lo tanto mala, sino porque todo lo bueno es bueno solo en la dosis adecuada.

Esta época necesita educar al ego para que entienda que la mejor forma de protegernos es formando una civilización global viable. Y termino con esta historia a modo de ejemplo.

Había una vez tres personas. Una de ellas, cuando tenía frío, regalaba toda su ropa de abrigo. Otra, se encimaba todo lo que tenía para conseguir entrar en calor. Y una tercera, encendía un fuego que le alcanzaba tanto a ella como a los que la rodeaban.

La primera persona era suicida: se murió de frío. La segunda, miserable: se murió sola. La tercera, un ser humano normal, adulto y egoísta. Encendió el fuego y se priorizó porque tenía frío.

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