Si alguna vez escucharon la frase “no hay más limites que los que uno mismo se impone”, créanlo, es cierto, y la prueba irrefutable es la historia de Gabriela Galilea. Recibida de abogada y sin ninguna formación en el área tecnología, esta joven de 31 años se convirtió en la Innovadora del Año al idear Okimo, un software que permite diagnosticar y ver la evolución de ciertas enfermedades a través del movimiento de los ojos.

Cuando Gabriela cursaba el cuarto año de la carrera de Derecho, sintió que en los pasillos del Tribunal y las salas de juicio oral no estaba su destino. "Como había hecho más de la mitad de la carrera decidí terminar y pensé en hacer un MBA al salir de la facultad. Pero, finalmente, comencé a probar con otras cosas que no tenían nada que ver con Derecho, buscando mi camino", comentó la joven innovadora del año. Trabajó en un par de agencias de publicidad, después en una empresa que organizaba eventos empresariales hasta que renunció.

Luego un amigo suyo que escribía un blog sobre tecnología en España, la invitó a trabajar con él. "Como yo no sabía qué iba a hacer con mi vida, me dije voy a probar. Nunca había escrito nada, y, en verdad, mi formación no tenía nada que ver con la tecnología y la información", recordó Gabriela. A partir de este momento todo comenzó a fluir naturalmente en su vida. Claro, al escribir sobre tecnología, empezó a leer sobre un montón de conceptos acerca de los cuales ni siquiera tenía idea. Pero esto no fue una traba, muy por el contrario, avivaron su curiosidad y ganas de seguir adelante."Mi idea de hacer el MBA seguía firme, hasta que me enteré que había aceleradoras que otorgaban fondos a quienes quisieran emprender una idea o proyecto. Ahí pensé y me pregunté a misma: ¿Para qué voy a pagar una universidad si puedo aprender haciendo? Me enteré de un programa llamado Tech Peaks, en Italia, que era acelerador de personas. Buscaban 50 jóvenes de todo el mundo, que no tuvieran una idea. Era genial para mí porque hasta entonces no tenía ningún proyecto. Apliqué y gané. Estuve 4 meses en los Alpes y los seleccionados recibíamos una paga por innovar, además de participar en un montón de workshops al que asistían inventores de todas partes del mundo. Ahí empezó mi carrera, esto fue en 2014", explicó Gabriela.

En uno de los workshops que se llamaba Idea Lab pidieron a los participantes presentar ideas en cuatro áreas. Dos de ellas – y en las que se concentró Gabriela- eran salud e internet de las cosas. "Me acuerdo que había leído un informe de Cisco System que decía que para el 2020 íbamos a poder tener sensores en todo el cuerpo y podríamos prevenir enfermedades, antes de que sucedieran y eso a mi me voló la cabeza. Dije: "Esto quiero hacer". Era como una competencia, como un hackathon y en dos días tenía que presentar una marca, un modelo de negocio, una idea a partir de un problema que quisiera resolver", detalló. Aquí jugó un rol fundamental su experiencia de vida, para encontrar la idea del proyecto. "Como yo tengo un problema visual desde que nací, que se llama estrabismo y mis ojos no están completamente alineados, recuerdo que mis padres me llevaban a Uruguay para hacer un tratamiento.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

El doctor escribía una carta a una oftalmóloga de Paraguay con las instrucciones de lo que tenía que hacer. Odiaba ir al doctor, que me dilaten las pupilas y los ejercicios ortópticos, que no entendía para qué los tenía que hacer porque ni siquiera notaba la evolución. Entonces se me ocurrió que esto se podría resolver". Los ejercicios que el doctor le indicaba a Gabriela, finalmente estaban en la computadora del consultorio médico.

"Si hoy todos tenemos computadora, por qué no traemos ese tratamiento a la computadora que todos tenemos. Y además con el componente de internet de las cosas y de los sensores, que me encantaba, me planteé si podría ser posible hacer mediciones. Me dije ¿Por qué no incorporamos un sensor desde el día uno hasta final para ver cómo va progresando. Sobre todo como yo tenía la perspectiva del paciente, sabía que es muy aburrido no saber qué pasa", comentó.

La idea de Gabriela ganó. Propuso un software que permita tratar a personas, y, principalmente, a los niños, que sufren deficiencias en el funcionamiento de los músculos oculares. Pero aún faltaba un largo camino por recorrer para concretar materialmente el proyecto. "No tenía equipos y ningún conocimiento técnico. Lo único que hice fue romperme leyendo sobre qué tecnología disponible podía utilizar. Encontré que había unos sensores que se llaman eye trackers, que captan los movimientos de los ojos, es la misma tecnología de los test de usabilidad destinada a saber cómo una persona usa una página web. Pero era costosa, entre 12 ó 20 mil euros. Hasta que encontré una empresa en Dinamarca que tenía un sensor a un costo de 150 euros", señaló.

Cuando el programa de Italia llegó a su fin, Gabriela comenzó nuevamente a aplicar para varios programas de aceleración de ideas, esta vez con un proyecto muy bien definido y con mucho potencial. Fue admitida en Dinamarca, en la misma ciudad donde estaba la empresa que tenía los sensores, y que por fortuna puso a disposición los componentes necesarios para hacer el primer prototipo.

"Ahí nació Mr. Patch, que ahora cambió de nombre y se llama Okimo porque nos dimos cuenta que no solo podemos tratar estrabismo, sino también otras enfermedades visuales que afectan a la lectura también, es más amplio. Okimo viene de "occhi" que en italiano quiere decir ojo y "motion" que quiere decir movimiento en inglés, porque lo que hacemos es medir el movimiento de los ojos y a partir de eso diagnosticar enfermedades o poder monitorear el tratamiento.

También a través del movimiento de los ojos se pueden diagnosticar otras enfermedades neurológicas como alzheimer, parkinson o esclerosis múltiple, obviamente con un desarrollo mucho más amplio, que lo tenemos como proyecto futuro", destacó.

La historia de Gabriela nos demuestra que la tecnología puede contribuir para mejorar la calidad de vida, pero primero se necesita una idea y la pasión hacia un proyecto. "Yo no sabía nada de tecnología, tuve que aprender de cero. Por eso lo que importa en el fondo son las ganas de hacer algo, de resolver un problema, que te enamores de esa situación y le busques la vuelta. A lo mejor al principio no tenés idea de cómo hacerlo, pero es una cuestión de seguir buscando", concluyó.

Déjanos tus comentarios en Voiz