© 2016 Economist Newspaper Ltd, Londres 10 de septiembre, 2016. Todos los derechos reservados. Reimpreso con permiso.
De The Economist
Los científicos de cohetes adoran su jerga, y parece ser contagiosa. El 1º de setiembre, cuando un cohete Falcon 9 perteneciente a SpaceX, una empresa de ingeniería espacial privada, estalló en la plataforma de lanzamiento en Cabo Cañaveral, en Florida, los servicios de emergencia anunciaron que la misión había experimentado un "aborto catastrófico".
Sucedió mientras el cohete estaba siendo abastecido de combustible para una prueba de motor previa al lanzamiento. Nadie resultó herido, aunque las ventanas se sacudieron a varios kilómetros de distancia. Un satélite de comunicaciones con un costo de 200 millones de dólares, que estaba montado en el cohete en preparación para el lanzamiento planeado para el 3 de setiembre, quedó destruido en un instante.
La explosión es un revés para SpaceX, una empresa fundada por Elon Musk, un emprendedor que también dirige Tesla, un fabricante de autos eléctricos. Con contratos para transportar carga y suministros a la Estación Espacial Internacional para la NASA, así como un grueso libro de pedidos de empresas satelitales privadas, es el abanderado de una creciente y aventurera "nueva" industria espacial. El estallido fue el segundo gran fracaso de SpaceX en 15 meses: el 28 de junio del 2015, un cohete Falcon 9 no tripulado explotó a medio camino de la EEI.
La consecuencia inmediata es financiera. El satélite destruido pertenecía a una empresa israelí llamada Spacecom, que es el blanco de una adquisición por parte de Xinwei Technology Group, una compañía china. El acuerdo estaba supeditado a que el satélite fuera puesto exitosamente en órbita.
Las acciones de Spacecom cayeron en 40 por ciento después de la explosión. El satélite estaba asegurado, pero, sin embargo, se reportó que Spacecom está demandando una compensación de SpaceX. La explosión también dañó la plataforma de lanzamiento, dejándola inutilizable, aunque SpaceX tiene acceso a otras dos. La empresa señaló que aún tiene contratos para unos 70 lanzamientos.
Su reputación también pudiera resultar dañada. La lista de percances se está alargando. SpaceX ha realizado 29 misiones del Falcon 9 hasta la fecha. Además de los dos fracasos totales, el cuarto vuelo, en el 2012, sufrió una falla de motor a medio lanzamiento. El cohete pudo llevar a cabo su encuentro con la EEI, pero su carga pagada secundaria – otro satélite, propiedad de una empresa llamada Orbcomm – no pudo ser desplegada exitosamente.
Los clientes potenciales, atraídos por los costos de lanzamiento superbajos de la empresa – cobra mucho menos que sus principales competidores – quizá ahora empiecen a dudar de su confiabilidad.
La historia sugiere que los cohetes se vuelven más confiables con el tiempo. El Ariane 5 europeo, por ejemplo, sufrió dos fracasos completos y dos parciales en la primera etapa de su vida, pero ahora ha pasado por 72 lanzamientos y 13 años sin percances. Y las máquinas de SpaceX están totalmente a la vanguardia tecnológica. El Falcon 9 es el primer cohete reutilizable de la historia. Su primera etapa está diseñada para regresar a tierra en una barcaza oceánica, un proceso terriblemente difícil que la empresa ahora parece haber dominado. Musk espera que eso le permita reducir aun más los precios.
Pero el accidente podría retrasar los ambiciosos planes futuros de la empresa. El balance posterior mantendrá ocupados a los ingenieros en una época en que la compañía ya tiene muchas cosas entre manos.
SpaceX tenía programado lanzar otros nueve cohetes Falcon antes de fin de año. Todos esos lanzamientos ahora han sido postergados.
En los primeros meses del año próximo, la empresa debe intentar el primer lanzamiento del Falcon Heavy, una nueva máquina derivada del Falcon 9 que será por mucho el cohete más poderoso del mundo actualmente. Esa fecha bien pudiera postergarse. Además de su contrato con la NASA para llevar suministros a la EEI, SpaceX pronto debe empezar a llevar astronautas. La primera misión está programada para algún momento de 2017.
Tras la explosión, la NASA, uno de los clientes más grandes de SpaceX, declaró su apoyo a la empresa. La propia SpaceX ha dicho que pretende regresar a lanzar cohetes tan pronto como sea posible. Musk no está en la industria de la ingeniería espacial solo para ganar dinero.
Siempre ha puesto en claro que el objetivo final de SpaceX es reducir el costo de los vuelos espaciales al punto en que sea financieramente factible establecer una colonia humana en Marte, como una póliza de seguro contra eventos potencialmente catastróficos en la Tierra. La explosión de los cohetes afecta a ese propósito, así como a las utilidades, de manera que la presión para que el próximo lanzamiento sea exitoso será intensa.