No sólo nos alimenta con pororó. A través de las películas que hablan -directa o indirectamente- de gastronomía, conocimos platos que nos hicieron agua la boca, recetas que quisimos realizar en nuestros hogares, costumbres de países lejanos y hábitos alimenticios que quisimos incorporar.

Por: Jazmín Gómez Fleitas

La cocina tiene la habilidad de acercarnos a nuestros recuerdos felices de la niñez. A refrescarnos la memoria con los olores de la cocina de nuestra mamá o la abuela, a acercarnos al hogar cuando estamos lejos de la familia o cuando nos toca comer afuera y sufrimos pensando en lo decilicioso de la comida casera.

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Ya bien nos lo dijo nuestro chef paraguayo Ignacio Fontclara en ediciones anteriores: "¿Qué hay detrás del gesto de cocinar? Hay comunicación real. Transmisión de conocimientos y valores". Antes de que Fontclara trayera luz a esa parte de mí que muere por la cocina, no veía las películas gastronómicas de esa manera. Ahora las examino a partir de esa premisa, y seguro por eso me gustaban tanto antes pero no lo podía poner en palabras.

La cocina nos habla de la gente y de cómo es la vida en esa parte del planeta que nos encontramos y queremos visitar. Hace poco estuve conversando con un salvadoreño que es barista aquí y lo primero que nos contó de El Salvador fue que allá se come la puposa (una tortila de maiz que adentro puede tener distintos rellenos), como aquí nosotros amamos nuestra chipa.

El disparador para presentarnos ante otros en el mundo es la gastronomía, nos hayamos dado cuenta antes o no. Es así que las películas y -últimamente, también mucho más- las series nos acercan conocimientos culinarios de otros países y culturas, y despiertan nuestro apetito en todos los sentidos.

Las historias que nos cuentan

Una de las películas que más nos dio de qué hablar fue Julie & Julia (2009), la que por excelencia nos muestra de principio a fin, pura gastronomía. Julie Powell (Amy Adams) decide en el 2002 completar todas las recetas del libro de la estadounidense Julia Child (Meryl Streep): El arte de la cocina francesa, y contar su experiencia en un blog. Al mismo tiempo que vemos a Julie poner todo su empeño por hacerlas, vemos cómo Julia Child vivió en los años 50 en Francia, los prejuicios con los que lidió para ser experta en cocina francesa y la manera en la que supera todos los obstáculos.

En Sin Reservas (2007) nos encontramos con una chef perfeccionista encarnada por Catherine Zetha-Jones, hasta el punto de no permitir ningún cambio en su vida. Esto se da vueltas cuando su hermana fallece y ella se convierte en la tutora de su sobrina de nueve años (Abigail Breslin). Más platos de la cocina francesa pero además unos vistazos de la italiana. Una historia que es el remake de la alemana Bella Martha, pero en la que aprendemos que la vida no es como un libro de recetas de cocina.

De Comer, rezar y amar (2010) si hay algo que se te debe grabar en la mente es "dolce far niente": la dulzura de no hacer nada. Y no, no estamos hablando de holgazanear, sino que gracias a esta máxima italiana deberíamos disfrutar con pasión, también de la comida. La mejor escena: cuando al fin Elizabeth (Julia Roberts) hace su pedido en italiano con la emoción que solo los tanos consiguen cuando de comida se trata.

Ya que nuestra ciudad no está ajena a los foodtrucks y siempre veneramos la comida callejera (¡lomitos! ¿quién no los ama?); en Chef (2014) un cocinero reconocido (Jon Favreau) se enfrenta a una crisis de creatividad, a la par que su restaurante va a pique. Somos testigos de cómo supera esa crisis personal y familiar, y por sobre todo, vemos el boom de los foodtrucks en Estados Unidos. Imposible que la veas con hambre, de hecho hacele caso al título, porque de lo contrario se te quedará grabado el sonido de la plancha cociendo un sandwich cubano.

Recetas irresistibles

Y si de platos que nos conquistaron debemos hablar, empecemos por un clásico de la infancia: Matilda (1996). ¿Cómo olvidar esa torta mega chocolatosa que Bruce se ve obligado a comer entera? Y es que al parecer al creador de Matilda, Roald Dahl, le fascinaban los chocolates. El mismo escritor de Willy Wonka y la fábrica de chocolates (2005), nos deslumbró con todas las posibilidades de disfrutar de este manjar.

Además, para despertar bien la pasión de los chocolateros, no podemos dejar pasar Chocolat (2000). Una madre soltera (Juliette Binoche) que llega a un pueblo francés a despertar en los aldeanos el amor por este manjar. Desafío: que te decidas por una presentación de todas las que aprecen en la película (trufas, bombones, chocolate caliente, etc.).

En Como agua para chocolate (1992) no te fijes en que tiene atisbos de novela mexicana, sino en las recetas que se preparan. La más inolvidable: las codornices en pétalos de rosas. Una receta para buscar en google. Tampoco saco de "mis mejores escenas de cocina" a las tostadas francesas que le prepara Ted (Dustin Hoffman) a su hijo en Kramer vs Kramer (1979) o los fried chicken de Minny (Octavia Spencer) en Criadas y señoras (2011).

Cómo olvidar el omelette que Remy le prepara a su nuevo amigo Linguine en Ratatouille (2007), considera por (nada menos que) Ferran Adrià como la mejor película sobre comida de la historia. Tampoco el "¡que coman pasteles!" en María Antonieta (2006), una frase que aunque no dicha (ni en la película ni en la historia según estudiosos) se vuelve real al ver tantos postres dulces. Al terminar de ver este filme de Sofía Coppola, uno solo quiere comer pasteles.

Y no podría no mencionar la salsa de espaguetis de Clemenza en El Padrino (1972); confesión aparte, una de mis favoritas. Ya la saqué de la pantalla a la vida real, porque funciona a la perfección para practicar en la cocina, recordando su frase: "Nunca sabrás si algún día tendrás que cocinar para veinte".

La mesa del chef

La serie documental Chef's Table (2015) te hace agua en la boca y la encontrás en Netflix. Hace poco agregó una segunda temporada, enhorabuena para todos aquellos que deseamos conocer más. La temática aquí es que en cada episodio puedas conocer a los mejores cocineros del mundo. Sí, aquellos galardonados con estrellas Michelín y que se ven obligados a anotar a sus comensales en listas de espera para que todos puedan ingresar alguna vez a sus restaurantes.

Esta serie revolucionó la manera de contar historias de

sde la cocina. Si bien cuentan sobre las té

cnicas de cada experto culinario, lo principal aquí son sus historias de vida. ¿Por qué aman la cocina? ¿Qué desean transmitir en cada plato? El primer capítulo trata sobre el chef italiano Massimo Bottura. De solo escribir su nombre, quiero levantarme de mi silla en señal de respeto.

Massimo no sólo es genial por nutrirse del arte para la elaboración de sus recetas y el armado de sus platos, sino por la visión social de la cocina con la que cuenta. A lo largo del episodio conocemos a su esposa, su historia con la ciudad donde abrió su Osteria Francescana, el repudio de sus mismos vecinos, y cómo perseveró en su trabajo de llevar a la cocina italiana al siguiente nivel, deseable por ser contemporánea.

De la segunda temporada recomiendo el episodio cinco en donde aparece una de las tres chefs mujeres de la serie. Ana Ros es una eslovena que está al frente del restaurante Hisa Franko que su esposo heredó. Como él era el sommelier y ya tenía una carrera formada, ella debió asumir el desafío de ser la encargada de la cocina. Seguir su aprendizaje paso a paso para convertirse en una de las referentes de la gastronomía mundial, es toda una aventura que inspira.

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