Por Milia Gayoso-Manzur

miliagm@yahoo.com

"Amelia querida, sé que no leerás este mensaje, pero de alguna forma quiero despedirme de ti", escribió en su cuenta de Facebook en la noche del martes, la hija de Augusto Roa Bastos, Mirta Roa Mascheroni.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Despedía de esa manera a la argentina Amelia Nassi Hanois, quien falleció en Rosario (Argentina). "El Supremo se quedó sin su escribiente. La persona que más lo ha leído, quien ha estado a bordo de ese barco inmenso, ayudando a mantener las velas henchidas para aprovechar el buen viento. Todavía nos quedaba mucho por conversar y te fuiste tan silenciosa, tan perfil bajo como siempre. Agradezco todo tu cariño, tu dedicación, y te deseo un viaje sereno y apacible. Ya podrás volver a pasar en limpio otra novela magistral", agregó.

Consultada sobre aquella mujer generosa, quien fuera muy importante en la vida del Premio Cervantes, Mirta afirma: "Con estas sencillas palabras despido a quien fuera la compañera de mi padre por largos años, los años difíciles de la dictadura militar argentina, de la ardua escritura del "Supremo", pero también del éxodo a Francia".

"Amelia fue alumna de Roa en Cruz Alta, donde estudiaba letras junto a nuestra querida Nora Bouvet. A esta última le debemos ese maravilloso libro titulado 'La estética del plagio en Yo el Supremo'", agrega Mirta.

Juntas estudiaron literatura y luego la obra inconmensurable de Roa Bastos. ¿Amelia se enamoró de la literatura o del escritor? "Creo que de ambos", dice.

"La conocí una tarde de sol en que llegó a nuestra casita de Martínez, con su amiga Ede a tratar de fichar la extensa biblioteca que tenía papá en casa.

La próxima vez fue cuando papá nos mandó a llamar para despedirse de sus hijos, porque después del infarto pensó que no viviría para contarlo. Como sabemos vivió muchos años más. Acababa de terminar la monumental novela, "Yo el Supremo". Amelia nos abrió la puerta, ya como dueña de casa. Está todo dicho, ¿no? Ella conocía 'El Supremo' como nadie, papá la llamaba su Patiño, siempre pasando en limpio las páginas recortadas, emparchadas, tachadas por ese autor que no terminaba de corregir su obra", rememora.

Amelia y Augusto Roa Bastos, en la Catedral de Notre Dame (Francia). La foto fue quitada por Mirta Roa.

"Al año siguiente, cuando ya el peligro era inminente, cuando ya papá no podía trabajar porque existía el temor cierto de una razzia que acabara con ellos en algún desconocido lugar, consiguió Jean Andreu un puesto para Roa en la Universidad de Toulouse. Allá se fueron juntos, papá como profesor, Amelia a realizar una maestría".

Mirta cuenta que que ella quería hacer la maestría sobre literatura infantil. Fue durante varios años editora de la colección infantil La florcita de Editorial La Flor. A raíz de eso, ideó una colección en la que escritores famosos que escribían para adultos, escribieran algún cuento para niños. Participaron en esa colección, por ejemplo, Umberto Eco, Ray Bradbury, Clarice Lispector por citar algunos. Y Roa Bastos con el famoso "Pollito de Fuego".

Finalmente, su tesis fue una completísima y detallada cronología de la obra de Roa Bastos, hasta el año 78. "Amelia me regaló ese volumen cuando comencé con la Fundación Roa Bastos", dice Mirta.

SIEMPRE PENDIENTE

"Con ella y Nora Bouvet hice el primer libro que editamos en Asunción, 'El libro de los libros'", un homenaje a la obra de Roa en el primer aniversario de su muerte. Ellas siempre me aconsejaron, me ayudaron con datos, recuerdos y mucho cariño. Me visitó en Caracas, donde yo vivía hasta que vine a Paraguay, también estuvo en Asunción, siempre cerca de Paraguay, siempre con un gran amor por todo lo paraguayo, visitaba siempre el Consulado en Rosario, les donaba libros".

Aunque en sus últimos años, luego del regreso de Europa, no se dedicó a la literatura, siempre estaba pendiente de Mirta y de Carlos, "llamaba para decirme cómo le dolía Venezuela por la crisis que está pasando ese país, siempre pendiente de Paraguay, me manifestaba su cariño y su adhesión. Tenía una memoria fabulosa, y una lucidez total. Acabo de enterarme que estaba enferma, pero no se lo había dicho a nadie, por eso decidió hacer el último viaje a Europa, visitó a Jean Andreu y cerró su círculo. Se fue en silencio, pero dejó un recuerdo perdurable", agrega con tristeza.

Déjanos tus comentarios en Voiz