Por Toni Carmona
El día en que el flamante presidente Nicanor Duarte propuso "barrer con la Corte Suprema", despertando adhesión y entusiasmo en el Congreso, en los medios y en la ciudadanía, no sé si había calculado el significado doble del verbo que conjuga el uso de la escoba: si limpiarla o aniquilarla. Creo que los legisladores, acusadores y jueces, tampoco.
El juicio político, que se desarrolló vertiginosamente en el Congreso, logró el segundo significado: "Eliminar por completo una cosa o un conjunto de cosas o personas", es decir barrió a los ministros, sin mirar a quién; en vez de limpiarla, en el primer significado: Limpiar un lugar arrastrando la suciedad con algo como una escoba", se la aniquiló, como un juego de bolos, lanzando las acusaciones contra todos los ministros puestos en hilera. La suciedad, como hemos podido comprobar, con el correr del tiempo, no solo no desapareció, sino creció.
Valga la recordación, por aquello de que nuestro problema principal radica en no tener memoria, incluso de hechos tan cercanos, para pensar con qué sentido queremos "barrer" la Corte en este nuevo intento, para no cometer los errores de antaño; el primero fue hacer un juicio colectivo, como si hoy dijéramos "juzguemos al Congreso" o "juzguemos a los medios o a los periodistas.
El ambiente de condena previamente anunciada que se creó, no dejó lugar a que algún que otro miembro de la Corte, cuya trayectoria no estaba en la mira de los fusiladores políticos, legisladores o periodistas, decidieran no defenderse porque no daba lugar; el veredicto estaba anunciado.
El resultado de la Corte que salió de la barrida está a la vista, ya hay tres ministros acusados, otro grupo que quiere incluir a otros dos, con los que irían a cinco, y si seguimos dilatando y especulando, tal vez terminen todos enjuiciados, sin diferenciar curriculum o trayectoria de prontuario.
Así que parece que, aunque menos espectacular, es más cuerdo y serio hacer los juicios, causa por causa, ministro por ministro, precisando las acusaciones concretas contra cada uno, es decir, que el juicio sea a los ministros y no a la institución. Me dirán que es obvio, que de eso se trata, pero cuando se hace al barrer sin mirar a quién, el espectáculo circense que patentaron los romanos termina dominado por el alboroto feroz, más que el de los leones, de las barras bravas de las graderías que disfrutan delirantemente el espectáculo, y bajan el pulgar condenatorio sin mirar a quién.
La nueva propuesta comenzó, aprendiendo de la experiencia, quiero suponer, a hacer algo más prudente, juzgar a tres ministros que tienen acusaciones concretas. Incluso ya se propuso juzgar uno a uno, causa a causa. Pero no faltaron los que decidieron hacer el juicio al por mayor.
Es decir, a generalizar la barrida que terminó, como en nuestra anterior experiencia, sin barrer la suciedad de nadie, ni cambiar nada como nos indican los hechos. Como diría el gran poeta Don Félix Fernández, "Estamos peor que cuando estábamos peor". No se trata de intercambiar ministro por ministro, este para mí y este para ti. Se trata de juzgar con justicia, sancionar o respetar en base a argumentos, y seleccionar con relativo consenso y buena dosis de cordura a los futuros ministros que vayan a integrar la Corte.
De uno en uno es menos espectacular y hasta dicen los pescadores en río revuelto, "por docena es más barato"; pero, como reza la sabiduría popular, "lo barato sale caro".
¡Y así nos fue hace poco más de una década!