La gran expectativa creada en Río 2016 por la presencia de la gimnasta estadounidense de 19 años Simone Biles, considerada como la nueva Nadia Comaneci, está siendo satisfecha con creces, debido a que ayer sumó su segunda medalla de oro, esta vez en la General individual femenino de gimnasia artística con 62,198 puntos.

Lejos de aquella dura infancia con siete hermanos, su madre alcohólica y drogadicta, de su largo peregrinar por los servicios sociales hasta ser adoptada por sus abuelos maternos, la gimnasta deslumbra como ejemplo de vida en sus primeros Juegos Olímpicos, donde ya prendió en su palmarés dos medallas doradas, la primera de ellas en la General por equipos.

Biles, también triple campeona mundial y que no participó en los Juegos de Londres 2012 por ser demasiado joven, ocupó ayer el primer lugar por un asombroso margen de 2,1 puntos, el mayor registrado en los Juegos por delante de su compatriota Alexandra Raisman, plata con 60,098 y de la rusa Aliya Mustafina, bronce con 58,665, sumando así el oro más brillante que la corona como la gimnasta más completa de estos Juegos.

A esta victoria se suman 10 títulos mundiales, que la convirtieron en la primera gimnasta en la historia que ganó tres campeonatos mundiales consecutivos en el programa completo.

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Su entrenadora y descubridora Aimee Borman dijo a la prensa que la gimnasta tiene una orientación espacio temporal excepcional. "Eso es algo innato y es sorprendente comprobarlo entrenamiento tras entrenamiento. Tienes la sensación de que, pese a estar dando vueltas, ella siempre sabe dónde está y cómo y cuándo va a caer", afirmó Borman.

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