Por Alex Noguera

Editor / Periodista

En la democracia, el nivel de conciencia del ciudadano es un capital que alimenta el poder de sus gobernantes. Cuanto menos crítica sea la opinión pública, mayor poder ejercerán estos sobre las masas.

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Es como la garrapata que anestesia a su víctima para que no se dé cuenta de qué sucede para seguir alimentándose. Si el huésped se percata de la situación, las acciones en la bolsa de la vida del insecto se desplomarán drásticamente.

En la democracia, la mentira es un bono demasiado corriente. Sobre su origen, aún no se ponen de acuerdo. Unos dicen que fue Dios el que todo lo creó; otros no están de acuerdo porque Él solo hace el bien, así que el responsable de que nacieran las mentiras es "el malo", o sea Satanás.

Fuera del ámbito religioso, tampoco la filosofía ofrece respuesta valedera, solo sabemos que la mentira existió siempre. Eso sí, un genio llamado Göbbels fue el que la elevó a un rango de ciencia.

Joseph Göbbels (1897-1945), quien en principio solo quería ser escritor, se convirtió en ministro de Propaganda de Hitler, quien incluso lo llegó a nombrar "Plenipotenciario del Reich para la Guerra Total". Y es que este personaje, con su visión de los por entonces nuevos medios de comunicación -radio y cine- no solo controló la opinión pública alemana, sino que pretendía conformar su moral misma.

Para ello resumió su trabajo en 11 principios, entre los que citaremos apenas el sexto, el de Orquestación, del que se desprende la famosa frase: "Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad".

Similar principio utiliza hoy día la publicidad, que mueve miles de millones de dólares. Es como una batalla en la antigüedad, en la que los arqueros lanzan lluvias de flechas sobre el enemigo y aunque los soldados estén protegidos con coraza y escudo, algunas finalmente llegarán a su objetivo: el cliente compra sin necesidad.

Esta introducción vale para hacer notar al lector que todos estamos expuestos. Los que lanzan las flechas lo saben y también saben que nosotros lo sabemos, pero no les importa. Como el comunicado del EPP leído el viernes en el que tratan al secuestrado Franz Wiebe de oligarca.

Si refrescamos la memoria, oligarquía es el sistema de gobierno en el que el poder está en manos de unas pocas personas pertenecientes a una clase social privilegiada.

Supongo que Franz es privilegiado por haber nacido en el campo, rodeado de naturaleza, y no en la contaminada ciudad; por tener una familia que lo quiere y lo apoya, por tener amigos, por ser sano y tener principios morales, por no estar en las drogas.

Pero me cuesta entender "el privilegio" de tener que abandonar los estudios para trabajar y aportar para su familia, resulta difícil de creer que un joven de apenas 17 años tenga que pagar "una multa" por violar leyes revolucionarias que ni conoce porqué está ocupado ordeñando o en las duras labores rurales.

Y de la palabra "poder", las únicas veces que las utilizaría es cuando como buen hijo pide permiso a su mamá, para "poder" hacer esto o lo otro.

El legado de Göbbels se transformó. A los entonces incipientes medios, radio y cine, se les sumaron la televisión e internet, con el aporte de las redes sociales, que trajeron aparejado un cambio gigante en cuanto a comunicación.

Ya no son los Göbbels ni los EPP quienes dictan las normas a un sumiso ciudadano, o para formar la opinión pública. Cada individualidad, cada receptor se convirtió en un emisor pensante gracias a las muchas opciones que tiene en la web.

Eso no quiere decir que ya no existan mentiras, sino que el ciudadano se da cuenta de que la garrapata está ahí. En la democracia, por ejemplo, ya no hace hurras cuando va a votar, pero sí una mueca de incredulidad cuando escucha o lee que el Parlamento es su representante o que la Justicia es imparcial.

Las verdades asoman tímidas todavía: se ven a los altos jefes policiales corruptos, venta de pasaportes falsos, mafias de frontera, educación como negocio, servicios de salud colapsados, celdas de lujo, autoridades que no rinden cuentas de su gestión, tratos secretos, sacerdotes "amorosos", empresas evasoras.

Cada día les resulta más difícil a las garrapatas chupar sangre ajena. Las plagas saltan a la luz a través de los medios, pero como son tantas las fuentes, el ciudadano también debe adaptar su capacidad para discernir lo que es verdad de lo que no lo es. Y es que en la actualidad el aire está tan enrarecido con mentiras que el ciudadano las inhala. Los filtros para respirar bien se llaman información y sobre todo conciencia.

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