Por Marcelo A. Pedroza

COACH – mpedroza20@hotmail.com

Conocerlas permite seguir asombrándonos de lo grandioso que impera en nuestro interior. ¡Qué impactante es lo que sucede en ese gigantesco espacio donde habitan! Son millones, son una multitud que no puede enumerarse de a una, es que llegar a ellas y lograr ese conteo no ha sido posible aún. Quizás por eso basta identificar su presencia y al hacerlo proceder a indicarlas con el nombre que las distingue: Células gliales. Su nombre encuentra en el idioma griego su origen, para el cual glial alude a lo que une. Todas están dispuestas a ligarse entre sí. Esto las hace fuertes e indispensables.

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El universo glía vive en el sistema nervioso, desde donde puede desarrollar las funciones por las cuales existe. Las neuronas encuentran su soporte en las gliales. Es que estas las protegen y le llevan las nutrientes que necesitan. El tejido nervioso es la base anatómica de las funciones del sistema nervioso y está compuesto por glías y neuronas. Se calcula que aproximadamente existen 100.000 millones de neuronas y que las glías son entre 10 a 50 veces más que aquellas. Entre ambas existe, y la abundante presencia no lo impide, una participación dinámica y organizada. Incluso la complejidad del sistema nervioso no impide la adaptación a las diversas situaciones que dicha estructura anatómica puede presentar.

Las glías ayudan a que las neuronas se desarrollen. Se encargan de controlar el estado de la composición iónica que genera el microambiente celular. Hay una dependencia constante entre neuronas y glías. Estas últimas están atentas a los niveles de los neurotransmisores y facilitan la comunicación que permite la integración de las redes neuronales. Son activas precursoras del procesamiento cerebral de la información en el organismo.

Cada ciudadano es fundamental para el desarrollo de la sociedad. En todas las etapas de la vida su existencia es determinante para el proceso cívico social. Es la sociedad un gran sistema nervioso central. La constitución cerebral del tejido social necesita de la conexión de unos y otros. Así como cada célula glial puede ligar y pegarse a cada neurona. La interrelación anatómica es natural y armónica, de igual forma debería ser en el plano social. Es indudable que el camino para alcanzar tal fin es la creación de microambientes conectados saludablemente. En donde el soporte social sea el influjo de la práctica de todo aquello que fomente la entereza moral de quienes se vinculan entre sí. Esos espacios pequeños son trascendentes, como lo son cada una de las células gliales.

Si cada uno ayuda a que la sociedad se desarrolle, ¿se pueden imaginar lo que sería la gran sociedad mundial? En un hábitat de millones de células gliales cada una hace lo suyo para poder expresar sus atributos y para que el sistema al que pertenece pueda funcionar bien. El entramado social debe ubicarse desde lo más cercano, desde lo local, desde aquello que es factible hacer ahora. La unión de los acontecimientos constructivos aumenta la potencialidad de sus actores, como sucede con los neurotransmisores que tejen los efectos que se proponen realizar.

El paralelismo puede extenderse hacia lo que cada uno se proponga analizar. Las células gliales viven en el ser humano. El organismo las acoge y agradece su influencia valiosa. Todos habitamos en una sociedad, la cual también nos aglutina, nos recibe y está dispuesta a aceptar lo que podemos hacer por ella.

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