Por Antonio López
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La ciudad de Pedro Juan Caballero de nuevo fue noticia (triste noticia) a raíz del hecho ocurrido en la tarde-noche del pasado miércoles; un hecho que sacudió al país y sobre todo tuvo mucha repercusión en el ámbito político. Y es que, lamentablemente, el narcotráfico desde hace largas décadas se hizo dueño de esa ciudad fronteriza haciendo que el espacio entre los políticos y los empresarios de las drogas sea apenas un pequeño hilo que tiene muy poca consistencia y puede ceder totalmente en cualquier momento.
El mal que sufre la capital del departamento del Amambay, y otras varias ciudades del norte del país, no es de ahora, eso está claro, no es un flagelo que se instaló en las mencionadas zonas en este gobierno ni en los anteriores, pero lo que sí se debe tener en cuenta es que en, por lo menos, la última década ha tomado una inusitada fuerza y es casi difícil, por no decir imposible, separar lo político del narcotráfico.
Denuncias en ese sentido se hicieron varias, pero por lo que uno puede ver, las denuncias nunca prosperaron o tuvieron un mínimo efecto, y es así que hoy son muy pocos los poderosos empresarios de las drogas que están pagando por el ilícito en alguna cárcel del país.
Pero en relación al caso Pedro Juan Caballero, además de las sospechas que existen desde hace tiempo sobre políticos de la zona, es realmente preocupante la facilidad con que los marginales se manejan por el sitio, y mucho más preocupante es el poder de fuego con que cuentan, ya que por lo que se observó en el sangriento hecho del miércoles, las armas utilizadas por los dos grupos que se enfrentaron eran realmente de un poder sin límites.
El caso demostró una vez más la absoluta falta de control fronterizo en esa zona del país; una zona donde el límite entre nuestro país y el Brasil es apenas una avenida, y donde los malvivientes, cualquiera sea el tipo, pueden moverse sin ningún tipo de obstáculos.
Se viene escuchando en los últimos tiempos la intromisión que el narcotráfico tiene en la política nacional, se habla de políticos que tienen un "fuerte apoyo" de empresarios dedicados a las drogas, se habla del temor que infunden estos empresarios en la población donde residen y la influencias que tienen sobre los dirigentes, pero hasta el momento nadie pudo poner punto final a esa situación. Es más, está visto que existen políticos que "se prestan" al juego para "ganar un poder"; poder que en el fondo es manejado por los que brindaron el apoyo.
Las fronteras de nuestro país son muy vulnerables, en eso no hay punto de discusión, y es por eso que de una vez por todas se deben mover todos los mecanismos del Estado para tratar de poner por lo menos algún obstáculo a los efectos de hacer un poco más difícil el ingreso de "ese poder" en el territorio nacional.
Necesariamente el Estado y, sobre todo, los organismos de seguridad del país deben reforzar sus estructuras en las zonas fronterizas y fortalecer la presencia estatal en los sitios donde desde hace mucho tiempo existe esa falencia.
Lo de Pedro Juan Caballero, si bien era de esperarse que ocurriera en cualquier momento, no debe volver a repetirse, pero claro, se tiene que hacer una tarea conjunta entre la administración central y los políticos del mencionado departamento a los efectos de que se les haga cuesta arriba a cualquier marginal que quiera establecerse en la zona.
Sin el esfuerzo de la dirigencia política es muy poco lo que se puede hacer para pelear contra un "superpoder", tanto en el Amambay como en cualquier otro departamento fronterizo o donde las drogas sean las que marquen las pautas de vida. Parece una tarea muy complicada, pero no hay otra salida; el único camino es no buscar apoyo fuera del voto ciudadano, y sobre todo no brindar apoyo a quienes muy poco interesa el bien de todo el país.
El Paraguay necesita en forma urgente salir de este barro, es urgente encontrar el camino para cambiar una imagen que, desde hace varias décadas, muestra a un país donde el poder de un "extrapoder" es cada día más fuerte.