Uno de los principales defensores de los derechos humanos en el Paraguay, el profesor Luis Alfonso Resck, falleció ayer a los 92 años de edad, tras una larga enfermedad, dejando como legado una historia llena de lucha por las clases sociales.

Calificado como un gran conocedor, una persona maravillosa y hombre sensible, con trayectoria nacional e internacional, Resck nació en Villarrica en 1924 y en los años 40 comenzó su carrera de defensor acérrimo de los derechos humanos.

Por su posición inclaudicable fue reprimido, perseguido, torturado, exiliado y encarcelado en 109 oportunidades, 102 veces durante la dictadura de Alfredo Stroessner.

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En 1961 fue recluido a la penitenciaría nacional por un período de 11 meses. En otro momento, los personeros del estronismo en una oportunidad lo encontraron en una calle del Barrio Obrero, le identificaron y le propinaron toda clase de golpes y lo llevaron preso por 20 días.

Posteriormente, las persecuciones se recrudecieron y cuando recuperó su libertad fue tal que le obligaron a dejar su carrera de docente. La dictadura no mermó esfuerzos para dañarlo por su condición de luchador social, tanto que se preocupó de hacer desaparecer sus legajos como educador. Este hecho hizo que el ícono luchador no pueda acceder a su jubilación.

En 1981, el profesor Resck fue detenido una vez más y tras cuatro días de huelga de hambre en protesta por su reclusión, fue llevado y dejado en el borde del río Pilcomayo, en el lado argentino. Desde entonces permaneció fuera del país por 5 años. Durante ese período le tocó la oportunidad de viajar a Europa, África, además de recorrer algunos países de América, en donde habló sobre la situación del Paraguay en aquel momento y la terrible dictadura que le tocaba vivir a todos los paraguayos. Pudo regresar al país en 1986, gracias a la mediación de la Embajada de Alemania en el Paraguay.

Ese mismo año participó de una manifestación llevada a cabo por trabajadores en la iglesia Cristo Rey. Nuevamente fue brutalmente golpeado, al igual que otros participantes. Ya en las postrimerías del estronismo, en diciembre de 1988 (Marcha del silencio), fue alzado de manos y piernas por cuatro hombres al servicio de la dictadura y llevado de esa manera hasta las instalaciones del Departamento de Investigaciones.

A pesar de lo que pasó, nunca se amilanó y continuó defendiendo los derechos humanos en el país. Lo hizo hasta hace poco, hasta el último suspiro de su vida.

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