Por Pablo Noé

Editor general adjunto

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En la actualidad cambiaron los paradigmas, esta es una realidad indudable. Mientras no terminemos de incorporar este factor a nuestros análisis de la realidad paraguaya, vamos a seguir equivocando el camino, o en el mejor de los casos, a tomar el destino más largo para conseguir los resultados que pretendemos alcanzar.

La televisión quizá sea un ejemplo claro para distinguir la manera en la que las percepciones fueron mutando a lo largo del tiempo y como debemos adecuar conceptos. Lo que antes se conocía como la "caja boba", es un potente elemento educativo. Los contenidos se fueron segmentando tanto, que existen canales infantiles, que transversalmente en su programación, incluyen elementos educativos que colaboran para que los niños incorporen una serie de conocimientos básicos. Colores, números, operaciones matemáticas, figuras, tamaños e incluso algunas palabras en otros idiomas, adornan estos programas, con el fin de entretener y aportar algo a la formación de los pequeños televidentes.

Esta designación de contenido para nada es una cuestión azarosa, tiene que ver con estudios de mercado, profundas investigaciones que intentan captar, dentro de un marco más amigable, la atención de su público objetivo, con la venia de padres y tutores quienes dan su conformidad para que la tele esté prendida en sus hogares para la satisfacción de los pequeños.

Reconociendo, inclusive, lo útil y atractivo que puede ser para los chicos este tipo de datos, es innegable e irremplazable el aporte de las personas para darle un contexto los estímulos recibidos, en calidad y cantidad. Desde el tiempo que están frente a la pantalla hasta la especificaciones de la información que se aporta en cada programa.

Los procesos educativos deben estar acompañados de una valoración que le dote de sentido a la cada vez más impresionante cantidad de datos a los que puede acceder cualquier persona en esta sociedad del conocimiento. Así, el proceso educativo, en lugar de ser una simple réplica de contenidos, se convierte en pensamiento crítico, producto de la discusión e incorporación de estos componentes del sistema.

Hasta el momento, y difícilmente alguna vez se alcancen resultados exitosos, que planteen soluciones mágicas que eliminen la intervención de las personas en la educación. Deshumanizar el proceso educativo es imposible. De la misma manera en que resulta inviable la incorporación irracional de factores. Es fundamental dotar de sentido a lo que uno plantea, para facilitar el aprendizaje.

El Ministerio de Educación y Cultura decidió que la entonación del himno nacional paraguayo sea obligatoria en todas las instituciones educativas del país. Esta decisión generó un amplio debate, con posturas a favor y en contra de esta resolución. Al margen de estas posiciones, lo que no se puede dejar de lado del análisis de fondo es que ni la composición patriótica, ni ningún emblema nacional de por sí puede dotar de una mejor calidad de vida a los estudiantes por el simple hecho de su presencia.

Las soluciones mágicas no existen, las salidas fáciles no tienen lugar en los procesos educativos. Si queremos una mejor calidad ciudadana, si pretendemos aumentar la formación de los alumnos, si queremos que mejore el resultado producto de las aulas, tenemos que dar una mejor calidad integral a nuestra sociedad para que los enunciados de las estrofas del himno se reflejen con la comunidad que estamos construyendo.

La transformación de la calidad de vida de la ciudadanía está vinculada de manera proporcional al esfuerzo que le damos para construir una realidad mejor. La misma trasciende ampliamente los sones de una canción por más representativa que sea. Es mucho más que la entonación de un himno. Los resultados, también mucho más alentadores.

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