Come el que puede o el que debe. Todos deberíamos comer, todos podríamos comer. El cambio de verbo nos coloca frente a otro verbo que se mete en la conversación, casi sin ser llamado. Es el verbo saber y no bien llegado ya divide atenciones y opiniones.

Por: Tito Caro

El verbo nos hace entender que hay gente que no come porque, aunque sepa o quiera hacerlo, no tiene comida a mano, o a distancia de boca. A veces nos olvidamos de esto que es casi lo mismo que no saber. Pero el verbo saber también nos recuerda que muchos no saben comer aún con comida en el plato. El verbo se pone exquisito, no se define con facilidad, provoca y nos grita que saber comer puede significar conocer el alimento que es adecuado o bueno para la salud, y aquí, de nuevo se bifurca la cuestión, bueno para el cuerpo, saludable para el alma, o entender el ritual de una mesa, aceptar compartir el alimento con el vecino, que puede ser amigo, o no tan amigo, pero que se acerca solidario a la hora de compartir el momento del plato.

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Comer a cualquier hora tiene sus variaciones, sus interpretaciones, sus aceptaciones. La modernidad, esta definición que nos abarca a todos y que nos incluye en mucho, permite la elasticidad de los sentidos, lo que permite la vida sin grades cuestionamientos. No siempre fue así: se comía en horario definido y era desayuno, almuerzo, merienda y cena. Se dibujó un ritual para cada una de estas etapas del día.

Hoy, el brunch invade la mañana, la merencena, atropella la tarde y la noche. Hoy, lector, consciente, se come a cualquier tiempo, si se puede comer, se come con cualquiera, porque muchas veces no se puede escoger, se come sin saber que hay rituales para la mesa, que hay vacíos en muchas mesas. Antes, mucho antes, el compartir era más común, era tan común como es comer a cualquier hora, hoy.

Etiquetas: #Opinión

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