Por Pablo Noé

Editor adjunto

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Me dirijo a usted en carácter de ciudadano común. Aquel que se considera un mal católico porque no es tan afín a los ritos, pero que fue formado en el seno de una familia católica; que formó una familia católica con una esposa y cuatro hijos; que estudió en escuela, colegio y universidad católica y que comenzó en el periodismo y siguió su tarea en un medio de la Iglesia por más de 12 años.

Aunque me cuesta recordar todas las oraciones que aprendí en mis años de niño y adolescente cercano a la Iglesia, no olvidé ninguna de las enseñanzas que adopté para mi vida. Quizá ya no repita con facilidad los diez mandamientos, pero los incorporé a mi andar cotidiano, como un estilo de vida, en donde la coherencia y el ejemplo sean los que guíen mis pasos y el de mis hijos.

Le confieso Santo Padre que me sorprendió de manera increíble escuchar su nombre luego del humo blanco aquella histórica jornada del 13 de marzo del 2013. Me tocó relatar a la audiencia de Cáritas (la segunda radio católica más antigua del mundo), y al instante iniciamos los análisis de lo que significaría la presencia de un papa latinoamericano para la Iglesia. Jamás imaginamos el aire de frescura que traería su presencia en el Vaticano para todo el mundo y que uno de los primeros países que visitaría sería nuestro Paraguay.

Desde que asumió tamaña responsabilidad, no dejó de sorprendernos principalmente por la lucha incansable contra una lacra dentro de la Iglesia, la pedofilia. Un mal que según usted mismo calificó como "lepra en nuestra casa", añadiendo que la cifra rondaría el 2% de los sacerdotes en todo el clero.

La verdad me entusiasmé Francisco, con decisiones históricas que asumió y que están cargadas de valentía y coraje, con las que dio mensajes claros a todos. Haber aprobado la creación de un tribunal que juzga casos de obispos acusados de encubrir a curas que abusaron sexualmente de menores de edad fue una señal más que contundente.

Supongo que en su primer día de pontificado se habrá fastidiado al cruzarse con el obispo Bernard Law y por eso lo reprendió. Asumo que no será fácil tener que convivir con aquel protagonista nefasto de la investigación de Boston Globe, que demostró que el mismo había encubierto a 250 curas pederastas entre 1984 y el 2002, cuando era arzobispo de Boston en Estados Unidos.

Cómo olvidar su famosísimo "hagan lío" en Brasil, y las arengas geniales que dejó en nuestro país. Todo esto me entusiasmó para aplicar estas enseñanzas a mi tarea. Soy periodista y desde mi lugar de trabajo también quiero aportar a construir una sociedad mejor. Por eso, con un equipo increíble de compañeros de trabajo nos embarcamos en una investigación, mucho más modesta que la de "Spotlight", pero con la fe puesta en que aportaríamos algo para que cambie nuestra sociedad.

Siempre supimos que el camino no sería fácil y que estaría plagado de dificultades. Eso en lugar de desanimarnos nos entusiasmaba para seguir recolectando más datos y hacer de una denuncia, un trabajo profundo que marque un antes y un después en el periodismo. Quizá pecamos de optimistas, pero ese es un valor agregado para quienes somos apasionados de nuestra tarea.

Espero papa Francisco que llegue esta denuncia a sus manos y que se tomen cartas en el asunto. En este tipo de situaciones no importan las cuestiones superfluas ni las medias verdades. Lo único que se puede hacer para desterrar este tipo de prácticas es seguir el camino que usted marcó, que desde el ejemplo nos impulsa a seguir peleando contra la oscuridad en la que mucha gente quiere mantener a la Iglesia.

Por la influencia histórica, por la preponderancia que tiene usted como líder mundial, por la necesidad de que los modelos a seguir sean contundentes le ruego humildemente que pueda dar una mirada al trabajo de investigación publicado en este medio. Estoy convencido de que servirá como un esfuerzo más para hacer de este un mundo mejor, que es el mensaje que más me impactó de su pontificado.

Muchas gracias.

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