Por Milia Gayoso Manzur
miliagm@lanacion.com.py
Te veo bien. Nde porã kyryî guasu, como diría mi abuela Alejandra. Nos conocimos allá por los 80, cuando tenías tu disquería Lennon Record Shop y conducías "Imagínate" por radio Primero de Marzo.
Una tardecita fuimos cayendo por tu local con un compañero de facultad; estabas con Nico Espinoza y sentí mucha alegría de conocerlos. A lo largo de estos treinta años te entrevisté varias veces: para hablar de los Beatles, tu carrera, etcétera.
He seguido tu trayectoria hasta verte ungido como intendente de Asunción ante la expectativa de tanta gente que quiere ver convertida la capital en una ciudad mejorada en todo sentido y no en un remedo de Kosovo, con calles rotas postiroteos y paso de tanques de guerra, costanera incómoda y contaminada, etcétera. Hace días dabas cuenta de tus cien días de gobierno. Cien días es poco y es mucho; se pueden hacer cosas interesantes en poco tiempo, con voluntad y presupuesto.
Te escribo esta carta como ciudadana.
En realidad vivo en un barrio de San Lorenzo y trabajo en otro de Fernando de la Mora, pero también transito por Asunción por cuestiones laborales, familiares y de ocio necesario.
Querido Mario: debo ir todas las mañanas desde mi barrio sanlorenzano hasta las cercanías de Ñu Guasu por lo que resta del año, justo en esa zona donde se unen y se separan Asunción y Luque, donde, desde el mes pasado se pasan vicisitudes para transitar, en las llamadas horas pico.
Quiero pedirte que tomes la iniciativa de realizar una pequeña obra que beneficiará a una increíble cantidad de personas que todas las mañanas se desplaza desde/hasta las paradas de ómnibus que se encuentran en la zona, para trasladarse hasta sus lugares de trabajo o estudio.
¿Podrías hacer pintar una franja peatonal (cebra), o mejor dos, sobre la avenida a la altura del cruce (¡crucial!) de Autopista y Madame Lynch, donde actualmente se construye el superviaducto? Bastará un litro de pintura blanca y un par de horas de trabajo y se podría evitar alguna tragedia. Sé que el sitio entra en la jurisdicción de Asunción, justo en el medio del caos, y en la de Luque la otra parte. Pero si Asunción hace su parte, se puede paliar el desastre de desplazamiento peatonal.
En estos días he pasado la apocalíptica experiencia de intentar cruzar la Autopista desde el Tape Tuja que lleva al centro de Luque, a las 6:30. No hablemos de lo que es realizar el cruce en auto. Ese es un tema que da para un texto aparte. Como el día anterior me llevó 40 (cuarenta) minutos echar a andar el auto desde la estatua de La Residenta hasta la cercanía del Club de Suboficiales, opté por dejar el vehículo estacionado por allí cerca y sentir la adrenalina de sortear el trecho caminando para acompañar a mi hijo hasta su nuevo lugar de práctica de fútbol. Lo hice porque soy una "gallina clueca" y porque me preocupa su seguridad en todo sentido, aunque él me repita que ya no tiene dos años.
¿Llegaste a pasar una de estas mañanas por ahí? La cola de vehículos recuerda a esas películas de catástrofe cuando la gente huye del terremoto o de Godzila. Pero eso todavía es aguantable pensando que con un poco de sacrificio en poco tiempo tendremos una linda obra de ingeniería que mejorará el tránsito. Además, unos amables agentes de la Caminera hacen lo que pueden, en una punta y en la otra.
Pero el peatón no tiene por dónde cruzar.
En toda la rotonda no hay un solo sitio por dónde hacerlo de manera segura. Vi con espanto cómo mi hijo y sus compañeros se metían entre los autos y el centenar de motos que se entrecruzan como moscas, para llegar a tiempo a la cancha. Para colmo, justo en el medio del laberinto cruza el arroyo (que divide los municipios), y entre las barandas del puente y el asfalto no hay sitio dónde poner el pie. Como aquel anuncio de Brooke Shield para Calvin Klein, entre el puente y el asfalto no hay nada.
Entonces, tuve que ponerme en fila con las motos (si, así mismo) para seguir caminando. Pero cuando el caño de escape amenazó con dejarme un enorme lunar en la pierna, no tuve más remedio que salir de allí sorteando retos de choferes ofuscados y apurados, que no querían perder su oportunidad de avanzar veinte centímetros.
Precisamente en estos días se anunció que se multará a los transeúntes que no respeten la cebra y crucen por cualquier lugar. ¿Y en los lugares donde no existen? ¿Quién pagará por la angustia que genera a la gente caminar entre colectivos, camiones, autos y motos, sorteando el peligro? ¿A quién le multamos si se atropella a alguien o si una persona muere arrollada?
Quizás mi queja-pedido te parezca una nimiedad comparado a los problemas mayores que seguramente tenés en carpeta. Pero mi inquietud va en nombre de decenas de chicos que llegan hasta la zona en colectivo y terminan el trayecto a pie; va en nombre de centenares de personas que caminan desde sus casas hasta las paradas y van sorteando el peligro hasta llegar a la vereda. Va en nombre de esa gran cantidad de gente que baja de la línea 59 en la parada cerca de la estatua de La Residenta y camina apurada entre "rayos y centellas".
Las obras viales de progreso deben ir acompañadas de vías alternativas seguras para transeúntes y automovilistas. Y ese sitio es una trampa mortal para los peatones.
Pdta.: Mientras se pinta una cebra y finalizan las obras, un agente puede dirigir el paso de los peatones en esas horas cruciales.