El presidente de la República, Horacio Cartes recibe hoy el Premio Shalom en el marco de una reunión del Congreso Judío Mundial.

Tras recibir el premio Shalom, Horacio Cartes agradeció la distinción y ratificó su profunda admiración hacia la comunidad judía por el gran aporte a la humanidad. El jefe de Estado paraguayo fue galardonado con dicho premio como reconocimiento a sus esfuerzos por construir la paz.

El Premio Shalom se ha establecido como un reconocimiento para aquellas personas u organizaciones que se destaquen en sus esfuerzos en la construcción de la paz.

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En el año 2008 fue entregado a la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, en reconocimiento al incansable apoyo político a los valores de la democracia y los derechos humanos.

El mandatario paraguayo mantuvo una reunión con el Ministro de Educación de Israel, durante las actividades desarrolladas en Buenos Aires, Argentina. Foto: Sebastián Cáceres[/caption]
Los asistentes al acto. Foto: Sebastián Cáceres.[/caption]

Contra el terrorismo

Durante la ceremonia, el mandatario dijo además que hay aún mucho por ampliar en el relacionamiento con Israel, a quien considera una nación moderna y protagónica de la Sociedad del Conocimiento, del Desarrollo y de la Innovación.

Remarcó que acompaña los postulados que promueve el Congreso Mundial Judío, y que comparte la visión de un mundo consagrado al reino de la paz, del diálogo, de la convivencia pacífica y del pluralismo testimonial. "Y condenamos todo tipo de fundamentalismo y terrorismo", ratificó el dignatario.

Cartes se dirigió a los participantes del acto. Foto: Sebastián Cáceres.[/caption]

A continuación el mensaje pronunciado en la oportunidad por el presidente Horacio Cartes, tras recibir el premio Shalom:

"Permítanme iniciar éstas palabras, con referencias que, si bien son personalísimas, le dan a este acto, un sentido mucho más profundo y significativo para mí.

Cuando supe que el Congreso Judío Latinoamericano decidió honrarme con el PREMIO SHALOM, me sentí profundamente conmovido, y un montón de sentimientos e íntimas emociones, se agolparon en mi corazón.

Es que mi afecto y respeto hacia el pueblo judío, no solo se inspiran en las proezas de su historia y de su presente, o en la profunda dignidad de su gente. Están además motivados en mí, por una experiencia personal, que el destino me obsequió, y que guardo

Foto: Sebastián Cáceres.[/caption]

como un preciado tesoro en mi interior. En esta solemne ocasión, creo apropiado referirme a ella.

En un momento muy especial de mi vida, tiempo de grandes dificultades, Dios puso en mi camino a una familia, a una gran persona, que me acogió en su corazón y sentimiento, me hizo sentir parte de su familia, me ayudó y me enseñó cosas fundamentales que me han servido y me sirven en la vida, y que se ganó mi eterno cariño filial, mi gratitud y mi admiración.

Su recuerdo llena mi mente y mi corazón en este acto. Me emociona, y me honra, mencionar el nombre querido de Don MORDKO MESSER, mi segundo padre, que Dios lo tenga en su Santa Gloria.

Él me enseñó a reconocer y valorar al pueblo judío. Hizo nacer en mí, una profunda admiración por Israel y su gente, por esa gran nación que desde milenios camina por la historia, llenándola de ejemplos de los más supremos sacrificios y los más altos valores, que pueden adornar a las personas.

Una larga y dolorosa sucesión de persecuciones describe el itinerario del pueblo judío. Ni la saña más cruel, ni las agresiones más injustas, ni la locura genocida han logrado doblegar a este pueblo, ejemplarmente valiente y virtuoso, cuyo aporte a la humanidad es innegable e inestimable.

Las dificultades han galvanizado su espíritu y aún entre ellas, ha sabido aportar a la humanidad el valor, la inteligencia y la capacidad de sus hijos.

El mundo, y también mi patria, han recibido de manera continua el valioso aporte de la comunidad judía. La educación, la ciencia, la técnica, las artes, la política, la innovación, la defensa y el desarrollo, tienen exponentes destacados en hijos de la gran nación judía, y no hay espacios de nuestra vida cívica, cultural y económica, en que no se registren la presencia y gravitación, de figuras destacadas de procedencia judía.

Salvando las distancias, existen coincidencias notables en la historia de Israel y Paraguay: Mi patria acompañó decididamente, con su voto en las Naciones Unidas, la creación del Estado de Israel en el año 1948, y el 14 de mayo de ese mismo año Israel declaró su Independencia, así como también se había declarado, un 14 de mayo, pero de 1811, la Independencia de mi patria, el Paraguay.

El pueblo judío ha sido víctima del horrible holocausto, durante la Segunda Guerra Mundial, barbarie de lo inhumano, que esperamos nunca más se repita en la historia universal. Antes de esa hecatombe, el Paraguay también fue víctima, entre 1864 y 1870, de lo que hoy se conoce como el "genocidio americano", que lo despojó de grandes extensiones de su territorio, y arrasó con más del 75% de su población.

De esas dolorosas tragedias resurgimos, para ser en el presente, Estados con una profunda dignidad, celosos de su soberanía y respetuosos del Derecho Internacional, que consagra la igualdad entre los pueblos.

También unen a Paraguay e Israel, principios que más que nunca tienen vigencia, como la revalorización de los derechos humanos, la cultura de la tolerancia, y de un sistema que haga posible el recíproco y general respeto a las diferencias, sean de raza, de religión, de género, de pensamiento, de ideologías y de las minorías.

Tengo singular aprecio, a los postulados que promueve el Congreso Mundial Judío, y particularmente al noble empeño de su Presidente, el Señor RONALD S. LAUDER, con quien compartimos su visión de un mundo consagrado al reino de la paz, del diálogo, de la convivencia pacífica y del pluralismo testimonial, así como condenamos todo tipo de fundamentalismo y terrorismo.

Desde estas coincidencias del destino, estoy convencido que existe aún mucho por ampliar, en nuestros intercambios con Israel, nación moderna y protagónica de la Sociedad del Conocimiento, del Desarrollo y de la Innovación.

Señor Presidente, Excelencias, queridos amigos:

Me llenan de satisfacción, sus apreciaciones sobre la política exterior de nuestro gobierno y las razones en que han fundado su decisión, de hacerme merecedor del galardón, con que hoy me distinguen, y que me lo entregan, en el marco de la Asamblea Plenaria, del Congreso Judío Mundial.

Me honra también saber, que éste mismo galardón, lo recibieron antes, dos ilustres Jefes de Estado americanos, la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet en el año 2008 y el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, en el año 2012.

Sé que debo recibir este premio con humildad, pero no puedo negar el sentimiento de legítimo orgullo que me embarga en éste acto.

Desde la Tierra Prometida, y desde los más diversos lugares del mundo, una gran nación bendecida por Dios, hoy vuelve a tocar mi corazón, y yo solo puedo retribuir con la misma gratitud sincera, y con aquella frase que encierra toda la armonía, la paz interior y el deseo de bienestar y de prosperidad para todos: SHALOM ALEICHEM, "LA PAZ SEA CON VOSOTROS".

Muchas gracias y que Dios nos bendiga a todos".

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