Mario Ramos-Reyes, Doctor en Filosofía Política, Universidad de Kansas
En el principio eran los gestos y no sólo la palabra. Ese parecería ser, en síntesis, el resumen de la visita del papa Francisco a los Estados Unidos. La lectura de sus gestos es una ayuda para revelar su pastoral de la misericordia. Fueron seis días intensos, históricos, desde sus palabras en la Casa Blanca hasta su despedida en Filadelfia –luego del encuentro multitudinario con las familias. El pontífice argentino comunicó más con lo que no dijo, que con lo que dijo. Para los que esperaban una serie de denuncias proféticas a los actores del secularismo y las fuerzas que están imponiendo una nueva visión de la humanidad, la de la cultura de la muerte, no hubo menciones explícitas, directas y categóricas. Pero sí, afirmaciones dentro de la narrativa de la Iglesia: una propuesta no ideologizada del anuncio cristiano.
En ese contexto, la forma de los gestos y las palabras del Papa comenzaron de una manera inversa a lo que se espera de manera corriente: del medio ambiente, a la política social de acercamiento al otro, los problemas globales para terminar en lo que es la base y fundamento: la familia, sus dificultades y su grandeza en el mundo actual. Se comienza por el mundo, o las periferias, y se termina en la fuente generadora de cambio. Las notas culturales de la evangelización de Francisco, entonces, enfatizan primero, lo que le interesa al mundo para luego moverse a realidades más cercanas a la Iglesia. Veamos dos aspectos de ese estilo en sus palabras, otra en uno de sus gestos y luego, en la propuesta del modelo de cristiano.
Primero: en la Casa Blanca y el Congreso de la Nación, las palabras del Papa fueron inequívocas en revelar su énfasis: el medio ambiente y la realidad de la pobreza y el desarrollo económico así como el tema de los inmigrantes como prioridad. En ese sentido, el Papa afirmó en la Casa Blanca que encontraba alentador que el presidente Obama impulsara la iniciativa para reducir la polución del aire. El cambio climático se torna así en problema moral: no se debe dejar a las próximas generaciones. Es el "hogar común" y lo que cuenta es abocarse a un "desarrollo sostenible e integral", recalcó el Papa citando su encíclica sobre el tema.
En el Congreso, sus palabras siguieron, por lo general, la misma tónica: la cuestión social y económica tuvo prioridad aunque la misma, fue matizada y ensanchada por otros temas que tienen, además, una connotación controvertida como son los de la vida. Lo primero fue hacerse eco de la libertad como valor fundante de la comunidad política y como tal, eje de las libertades, motivo atrayente para los inmigrantes que se llegan a sus fronteras. Yo también, como muchos de ustedes, dijo el Pontífice, soy hijo de inmigrantes. La apertura y hospitalidad, recordó, es un signo del país. Debemos hacer a los otros lo que nos gustaría que nos hagan a nosotros. Regla de oro que se aplica, también, enfatizó, a la vida humana en todas las épocas de su desarrollo, sin hacer referencia explícita al aborto. No obstante, esa certeza, dijo el Pontífice sí de manera explícita, le ha llevado al pedido de abolición mundial de la pena de muerte como también de las armas letales.
En segundo aspecto: en la política global, en las Naciones Unidas, sus palabras parecieron retomar temas –junto a los precedentes– más cercanos a los (temas) de una cultura de la vida propuestos por la Iglesia. Si bien el tema del medio ambiente y la pobreza fueron enfatizados, el Pontífice también hizo referencia a una pretensión que colisiona frontalmente con las políticas de derechos reproductivos de la ONU: la afirmación de la ley moral natural como fuente de los derechos. Así, no es el Estado el dador de derechos sino mero agente que reconoce los mismos. Eso contradice decisiones judiciales y legislativas recientes en Estados Unidos. De ahí que el Papa llamara "falsos derechos" a la negación de la distinción entre mujeres y hombres, que es natural.
El gesto que denota el estilo del papa Bergoglio fue la visita, sorpresiva, a la Congregación de las Hermanitas de los Pobres, luego de su discurso al Congreso. Una visita cargada de significado. Es que esta congregación se halla enfrentada judicialmente con la Administración Obama por negarse a pagar el seguro de salud de contraceptivos y abortifacientes. Lo que el papa Francisco no enfatizó en el Congreso lo hizo con un gesto: la libertad religiosa como derecho sagrado. No puede ser violado por el Estado. Fue una manera de apoyar a la libertad religiosa amenazada como producto del secularismo laicista.
Por último, nos quedó el modelo de cristiano, que Francisco recordó en el Congreso a los americanos. Francisco mencionó el nombre de Dorothy Day. La señora Day, conversa del comunismo, se convirtió en una de las mujeres más emblemáticas del catolicismo americano de los años treinta a los cincuenta. Fundadora de la Casa de los Trabajadores para recibir a los pobres y activista social, era, sin embargo, una mujer profundamente fiel al Magisterio de la Iglesia. "Junto con las obras de misericordia, alimentación, ropa y refugio –decía– nuestros hermanos necesitan enseñanza de doctrina". Primero ser abrazados, lo demás se dará por añadidura. Me pregunto si mirando a la vida de Dorothy Day, ella no sería un modelo de santa para individuos y familias que tiene en mente el papa Francisco para nuestro tiempo. Me atrevería a creer que sí.